—Da Bao, lo siento. Te traje a este mundo, pero no puedo estar contigo mientras creces, y mucho menos darte una familia completa.
El arrepentimiento y la tristeza se reflejaban en su rostro.
Ahora, no le quedaba más opción que encontrar otra forma de asegurarse de que Da Bao creciera en un buen hogar.
Justo cuando estaba a punto de irse, algo se agarró a su pierna. Miró hacia abajo y vio que el hijo de Lu Heting levantaba la cabeza y parpadeaba mirándola.
De repente recordó que había visto a este niño antes. Fue él quien le dio una botella de leche en la farmacia aquel día.
En aquel momento, le había caído muy bien porque le recordaba al hijo que había perdido. Todavía recordaba que su nombre era Gun Gun.
¡Pero qué coincidencia que fuera el hijo de Lu Heting!
Mientras lo miraba, su mirada derritió su corazón. Lu Heting no había hecho nada malo, y este niño también era inocente. —dijo suavemente:
— Gun Gun, vuelve con tu papá. Me voy.