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Con el dispositivo apagado, Talia cerró sus ojos para percibir su entorno. Todo en la proximidad cercana estaba claro, pero no se extendía mucho antes de que las imágenes en su mente se volvieran borrosas de nuevo.
—¡Gatita! ¡Gatita! —La voz de Damon sonaba en la cabeza de Talia, y ella casi lloró por la angustia que venía con ella.
—Estoy aquí, Damon.
—¡¿DÓNDE ESTÁS!? —Hubo un alivio, pero la ira llegó rápidamente para cubrirlo.
Damon, Maya, Caden, Keith y Caleb llegaron a la casa de la manada solo para descubrir que Talia había salido a investigar la desaparición de los guardias.
—¿¡No le había dicho que se mantuviera quieta!?