Liam se lamió los labios lentamente, y le encantó que los ojos de Amelia estuvieran fijos en ese pequeño movimiento.
Amelia estaba alterada. Las brujas practicaban el control de las energías a su alrededor y abrazaban todo como la naturaleza lo proveía, lo que incluía cuerpos desnudos también. Aún así, siglos de entrenamiento diligente no la prepararon para la manera en que Liam impactaba el aire a su alrededor. Él no lo hacía a propósito. Era su presencia la que irradiaba poder y peligro, y las entrañas de Amelia temblaban al pensar que el atractivo macho desnudo frente a ella era su otra mitad. Suya.
Era obvio que era letal y aunque sabía que él no le haría daño, se recordaba a sí misma actuar con precaución.
Liam inclinó su cabeza hacia un lado, y de alguna manera Amelia adivinó que le había dado permiso para mirarlo.