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—Gatita… —Damon llamó con voz baja mientras tocaba suavemente la mejilla de Talia, como si temiera romperla—. ¿Puedes oírme? Di algo.
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Talia parpadeó al ver la expresión preocupada de Damon mientras examinaba su rostro, y sus labios se elevaron en una sonrisa torcida cuando reconoció la avalancha de emociones. Su Damon había vuelto. Pero su felicidad solo duró un segundo, porque recordó cómo se encontraron allí.
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Damon se olvidó de Talia y no sintió el vínculo, y ella terminó peleando con él, y Damon la manejó como si fuera una mujer barata dispuesta a acostarse con él para que todos lo vieran, y luego lastimó a sus guardias.
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La imagen mental de Keith luchando en el suelo mientras le decía a Damon que se bajara de Talia estaba dolorosamente grabada en su memoria. Keith sabía que no tenía ninguna oportunidad, pero aún así luchaba en un intento de mantenerla a salvo.
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