Era media tarde y Talia quería hacer una cosa más antes de la carrera de la manada.
Damon no entendía por qué quería visitar la mazmorra, pero fue con ella porque no había forma de que la dejara fuera de su vista.
Era una tarde cálida. Talia abrió la ventana del Lexus SUV blindado negro de Damon y sacó la cabeza, disfrutando del viento que se amplificaba con el movimiento del coche.
Damon contemplaba la radiante sonrisa de Talia mientras su cabello ondeaba salvajemente detrás de ella, y esperaba que ella pudiera sonreír así para siempre. Ella reía y chillaba intentando atrapar mariposas mientras conducían a su lado, y a Damon le encantaba que cosas tan simples pudieran hacerla feliz.
Eventualmente, el coche tomó una curva en un camino secundario que no se usaba a menudo y el paseo se volvió accidentado, así que Talia volvió a entrar para sentarse adecuadamente.
—¿Lisa ya no está en la mazmorra? —preguntó Talia a Damon.