Las cejas de Damon se juntaron y él quiso decir que las cosas no eran tan simples y que sus preocupaciones eran genuinas, pero Talia fue rápida al poner sus dedos sobre su boca.
—Sé lo que vas a decir, Damon, pero no. No ahora. Ahora somos solo nosotros dos y no permitiré que nadie arruine este momento.
Damon no quería arruinar ni un segundo de lo que compartían, pero los peligros eran reales, y no podía dejar de preocuparse de que un día ella desaparecería y él no podría evitar que sucediera. Pero ella estaba allí, suplicando por unos momentos de normalidad donde no tendría que preocuparse por enemigos que eran invisibles y estaban a su alrededor, ¿y cómo podría decir que no a eso?
Los hombros de Damon se relajaron y sus labios se movieron para besar los dedos que estaban presionando ahí.
—Te amo, gatita —sonó su voz en su cabeza y él disfrutó la forma en que sus ojos se iluminaron en respuesta.