—¿Qué quieres decir con que está mintiendo? —Talia le preguntó a Liseli.
—Solo puedo decir si su declaración fue una mentira o verdad —respondió Liseli—. Para algo más que eso, necesitamos mirar en su mente. ¿Qué dices?
Liseli estaba ansiosa por descubrir los secretos de Sophia y hacerla una imbécil en el proceso.
—No —Talia se negó—. Estoy segura de que mi padre se encargará de esto.
Talia no quería saber el contenido de la mente de Sophia. Sophia era fea por dentro, y Talia aún estaba marcada por las monstruosidades que provenían de las memorias de Tristan, Luis y Stephanie. Mirar en las mentes de otras personas tenía un precio, y Talia no podía disociarse de esas escenas macabras que estaban grabadas en su mente como si ella estuviera allí, como si ella fuera la que lo hacía. Golpizas, sangre, llanto, puñaladas por la espalda...
—¿Gatita? —Damon llamó a través de su enlace mental. Él percibió las emociones inestables de Talia.