—¿Cuál era su problema? —se preguntaba Innocensa a sí misma por centésima vez en la última hora. El hombre era tremendamente atractivo—o sea, de detener el corazón y dejar con la boca abierta. Inteligente también, con esos ojos azules penetrantes que parecían ver a través de ella. Honestamente, era el paquete perfecto. Pero, ¿por qué demonios tenía un palo tan grande metido por el culo? Claro, era un culo muy bonito, pero realmente, el hombre necesitaba relajarse.
Exhaló un aliento que no se dio cuenta que había estado conteniendo mientras lo veía desaparecer en la oficina, su postura rígida y su marcha decidida prácticamente gritando "prohibido el sinsentido". Al menos ahora, podía respirar más tranquila y conocer a sus nuevos colegas sin el dragón escupefuego vigilando cada uno de sus movimientos. Su presencia dominante ya era bastante mala, pero era su mirada la que hacía que se sintiera como si estuviera en juicio lo que realmente le irritaba los nervios.
