—Malachi estaba atrapado en una nube de emociones nuevas, tendido en la cama mientras Ravina se rendía al sueño a su lado. Una tormenta de confusión se gestaba en su interior. Antes, había anticipado un arrebato incontrolable de su dragón mientras hacían el amor, una ola de ferocidad que tomaría el control. Sin embargo, eso no ocurrió.
—En cambio, parecía como si hubiera surgido una nueva faceta de su ser, una que anhelaba la maestría, la dominancia absoluta sobre cada sensación. Ansiaba grabar cada jadeo, cada temblor de su unión en lo más profundo de su memoria.
—Su dragón no se revolvió en una pasión ciega; disfrutó de la danza íntima, saboreando cada intercambio de susurros calientes y caricias fervorosas. Había temido una liberación abrupta, un final que empañaría su unión inicial, pero su autocontrol había demostrado lo contrario —reflexionó—. Quizás era el lazo místico de su apareamiento lo que le otorgaba esta nueva moderación.