"Ravina yacía en los brazos de Malachi, disfrutando del calor y el olor de su cuerpo. No decían mucho, ya que sus dedos se entrelazaban, y se tocaban y besaban. Se sentía tan natural y calmado.
Rastreó las cicatrices en su mano con su pulgar. —Estabas preocupada —dijo.
—Temo no afrontar bien la decepción esta vez —admitió.
—No nos daremos por vencidos con tu hermana. Saldré otra vez si es necesario —le dijo.
Ravina lo miró, recordando cuán mal herido salió mientras buscaba a su hermana. Se sentía mal porque otros salían allí a buscarla mientras ella estaba aquí. Ella también quería hacer algo y no quería poner en peligro a nadie.
—Gracias por buscarla —dijo—. Por lo que él hizo, tal vez la encontrarían.
—Fue lo menos que pude hacer —la besó en el pelo.
—Por cierto, me dijeron que la magia no cura viejas heridas —comenzó.
—Si son significativamente antiguas, sí.
—¿Entonces las cicatrices en mis manos no desaparecerán?