—¡Sal! —Nazneen se acurrucó, haciendo todo lo posible por ocultar su cuerpo, y le lanzó todo lo que encontró—. ¡No mires! —Entró en pánico buscando dónde ocultarse.
Él arrancó la falda que ella le lanzó de su rostro y la dejó a un lado.
—¿No te da vergüenza? —preguntó ella mientras él la miraba descaradamente, mientras ella sostenía la pequeña toalla alrededor de su cuerpo.
—¿Vergüenza? —él levantó una ceja—. Ya no. Estoy tratando de adaptarme a tu cultura.
Mientras él hablaba, ella se giró en el taburete en el que estaba sentada para que solo pudiera ver su espalda.
—Por favor, vete —dijo, ocultándose detrás de su cabello largo y ardiendo de furia cuando lo escuchó ignorarla y acercarse.
—¿Te lastimaste? —preguntó, ahora sonando serio.
—No —se encogió y se estremeció cuando lo vio de reojo antes de que pudiera hacer una amenaza seria.
Oh, ahora él podía verla. No se atrevió a levantar la vista, pero sabía que hoy lo estrangularía. Compañero de raza o no.