(Desde la Perspectiva de Azul)
La boca de Evelyn no formó ninguna palabra. Pero sus ojos sí. Y por alguna razón, esos ojos parecían hablar solo conmigo. Miré a Merick para ver si podía entender lo que yo entendía, si podía ver lo que yo veía en sus ojos. Pero él no mostró nada de eso. Me miró con impotencia, sus ojos rogándome que ayudara a su esposa.
Le hice una señal para que se acercara con un movimiento de mi mano. Él se acercó a mí.
—¿Puedes salir un rato? Necesito ver de cerca y sería mejor si… solo fuéramos los dos —dije.
—¿Crees que se puede arreglar?
—Honestamente, Merick, no tengo idea. Pero te prometo que daré lo mejor de mí.
Sus labios estaban apretados en una línea delgada. Era obvio que me culpaba por lo que le había pasado a su esposa. No podía culparlo por eso. Tenía razón al culparme. Era mi culpa. Todo era mi culpa. La muerte de Reece era mi culpa. La condición de Evelyn era mi culpa.
—¿Merick? —insistí.