—Oh, ya veo —dijo Iván—. Por favor, transmítele mis saludos y más profundas disculpas cuando regrese.
—Lo haremos —asintió Sarah—. Vamos a ofrecerte algo. ¿Qué te gustaría tomar?
—Gracias, pero no, gracias. Creo que debería irme ahora —Iván rechazó cortésmente la oferta. Ya era suficiente con que lo hubieran dejado entrar y también escuchado. Además, no tenía ganas de comida alguna.
Cuando se levantó para irse, Sarah extendió la mano y tocó su brazo. —No te culpamos, Iván. Sabemos que esto tampoco es fácil para ti.
Iván mostró una pequeña y triste sonrisa. —Gracias, Sarah. Solo quiero hacer las cosas bien.
Con eso, salió de la residencia Rosse.
Después de que Iván se fue, David se volvió hacia Sarah,
—No puedes estar tocando a otros hombres tan imprudentemente. ¿Me tomas por un mueble que no tiene sentimientos? —se quejó.