A las 6 p. m. de esa misma tarde, un cierto caballero ya estaba sentado en una mesa del Club Dynamo, esperando su cita.
Había cambiado de su atuendo anterior a uno menos formal. Se veía genial en su traje azul marino y camisa azul cielo. En lugar de una corbata, los primeros dos botones estaban abiertos, dándole una apariencia más relajada.
Era lo suficientemente atractivo como para atrapar las miradas admiradoras de cualquiera que lo viera.
Pidió una bebida mientras se acomodaba en una esquina estratégica, sus ojos clavados en la puerta principal. De esa manera, no podría perderla de vista cuando llegara.
Pero lo triste de su posición sentado era que se vio obligado a ver a cada individuo que entraba y salía del club.
Algunos estaban solos, otros colgados del brazo de sus parejas mientras se susurraban dulces intimidades mientras entraban o salían.