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Chapter 11 - Prometo sobre mi honor

—¡Kathleen! No puedes moverte imprudentemente. Sabes que estás embarazada, así que necesitas tener mucho cuidado.

—Además, te he dicho que dejes esas cosas a las criadas para que las manejen —Elizabeth regañó con cariño—. Ven aquí y descansa —ordenó, apartando el espacio a su lado.

—Sí, tía —respondió Kathleen, agarrándose a su gran barriga de embarazada mientras arrastraba los pies para sentarse a su lado en el exquisito sofá.—Ya llevaba treinta y ocho semanas y se estaba preparando para dar a luz en cualquier momento a partir de ahora. —¡Sí! Lo has oído bien, decidió mantener el embarazo y llevarlo a término.

—Pero tía, tampoco es saludable para mí sentarme y no hacer nada. Necesito hacer un poco de ejercicio de vez en cuando, por eso pensé en hacer algunas cosas yo misma —dijo Kathleen haciendo pucheros como una niña mimada.

—Dices un pequeño ejercicio, pero no hasta el punto de agotarte —señaló Elizabeth con un poco de preocupación.

—Ok, lo entiendo. Sé que tú me quieres mucho —la gratitud se agolpó dentro de ella y empezó a juguetear con las delgadas manos de Elizabeth. Eran suaves, lisas, bien cuidadas y parecían no haber hecho ningún trabajo duro en toda su vida.

Kathleen echó un vistazo a la angelical persona que había sido tan amable con ella. Era elegante y gentil con un aura noble. Su belleza solo podría ser descrita como sublime y su encanto parecía reforzado por la edad. Ella era hermosa por dentro y por fuera.

—Tía —llamó Kathleen—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Por supuesto querida, puedes preguntar cualquier cosa siempre que esté a mi alcance para satisfacerte.

—Bueno —Kathleen empezó vacilante.

—Adelante —la incitó—. ¿De qué tienes miedo?

—Por favor no te enfades conmigo, pero tengo curiosidad y necesito sacármelo de encima

—He notado estos últimos meses que cada vez que el Profesor Gaius viene a darme tratamiento de acupuntura, siempre has estado teniendo una charla privada con él después de que termina conmigo y me he estado preguntado… —Argumentó Kathleen.

—Para ahí —interrumpió ella, dando a Kathleen una sonrisa de 'ya sé por donde vas con esa pregunta—.No está pasando nada entre el Profesor Gaius y yo, así que mejor deja de construir el castillo que ya tienes en tu mente.

—Pero tía, el Profesor Gaius es un caballero guapo y amable y que yo sepa, ambos están solteros, realmente me encantaría… quiero decir, no me importaría….

—¿A quién le importa lo que te importa o lo que amas? —Elizabeth interrumpió cruelmente antes de que Kathleen pudiera terminar.

Las orejas de Elizabeth ya estaban rojas y un raro pero hermoso rubor se extendía por sus mejillas. Kathleen estaba haciendo todo lo posible por no reír a carcajadas, pero no era fácil, no cuando podía ver claramente la tonta expresión en la cara de Elizabeth mientras trataba de fingir seriedad."

—Como dije antes, solo nos encontramos para discutir sobre negocios, nada más.

—Sí. Sí. Tía. Ya sé que es puramente negocio y nada más —dijo Kathleen—, sin ganas de provocarla más.

—También quería preguntarte otra cosa, Tía.

—Espero que no sea parte de esas tonterías que pones como excusa para una pregunta otra vez —advirtió Elizabeth.

—Por supuesto que no, ya has negado tener algo que ver con el Profesor Gaius y yo he renunciado en la medida en que me hubiera encantado que algo ocurriera entre ustedes dos, pero confío en tu juicio.

—Si realmente lo haces, entonces no vuelvas a referirte a ello —Elizabeth adoptó una postura relajada en el sofá.

—Prometo por mi honor —dijo Kathleen con una expresión seria—, con la mano levantada en un gesto de saludo junto a su frente.

Elizabeth estalló en risas. —¡Por tu honor ciertamente! Ahora dime, ¿qué más quieres saber?

—He estado buscando mi colgante durante algún tiempo. No lo he visto desde que regresé de mi chequeo en el hospital. A veces pienso que lo perdí allí, pero no recuerdo haberlo quitado en el hospital. Solo me lo quito cuando me quiero bañar. Así que me preguntaba si lo habías visto en algún lugar.

—Señora Carr —Elizabeth llamó a la niñera asignada para cuidar de Kathleen—, por favor, traiga la bolsa de mi tocador.

—Sí Señora —vino la respuesta de la Sra. Carr.

Poco después, la Sra. Carr trajo la bolsa.

Desde el interior de su bolso, Elizabeth sacó algo y lo colocó en la mano de Kathleen.

Se quedó atónita cuando abrió las manos, era el colgante de Jade. —¿Dónde lo encontraste, Tía?

—La primera vez que lo vi fue en esa isla. Cayó de tu cuello cuando te estaban llevando en la ambulancia aérea. Pero al mirarlo más de cerca, noté algo acerca de él que necesitaba confirmar, pero antes de que pudiera hacerlo, me lo pediste y tuve que devolvértelo para no levantar sospechas. Así que cuando lo vi en la terraza la semana pasada, me recordó a él de nuevo y decidí comprobarlo para tener la confirmación que necesitaba.

—Lo siento por haber tardado tanto en devolvértelo. ¿Cómo conseguiste este colgante en particular? —preguntó ella.

—Hmmmmm —Kathleen suspiró profundamente antes de explicar—. Mi madre adoptiva dijo que lo llevaba puesto cuando me vio en la puerta del orfanato. Según ella, podría haberme sido dado por mis verdaderos padres. Desde entonces casi no me lo quito excepto cuando me baño.

—Aunque es un colgante ordinario, me he encariñado con él y siempre lo he visto como un enlace entre mí y mi familia perdida —dijo con tristeza—, luchando contra las abrumadoras emociones que surgían de dentro.

Elizabeth se acercó a Kathleen y envolvió sus manos alrededor de las de ella. —Este no es un colgante ordinario, Kathleen.

—Hay algo especial en él. Si miras de cerca, descubrirás que hay una línea muy fina en la base con una pequeña hendidura a la izquierda."