—¿Como qué? Ilumíname, Killian. Porque ahora mismo, parece que realmente te has excedido —interrumpió Randy, su tono agudo lleno de acusación.
—Claro, cosas como trauma psicológico, culpa… —Los ojos de Killian de repente se abrieron, llenos de incredulidad, mientras dejaba de hablar.
—¿¡Qué?! —exclamó—. ¡No me digas que piensas…?
—Ahórrame un respiro, hombre, no soy tan veleidoso como para condescender tan bajo como para ir más allá de los límites de la moralidad —el temperamento de Killian se encendió, su voz subía por la exasperación.
—Me conoces mejor que eso. Puedo ser duro, pero no insensible. Siempre sigo las reglas.
—Pero nunca se puede saber lo que tus hombres podrían haber hecho en tu ausencia —Los ojos de Randy se estrecharon escépticamente.
—Yo no crío violadores y doy fe de cada uno de ellos. Fueron reclutados y entrenados personalmente por mí —La frustración de Killian hirvió y gesticuló enfáticamente.