Mis pensamientos se nublan y mi cuerpo tiembla. No puedo creer que haya terminado aquí, en este lugar oscuro y lleno de sufrimiento. Lo único que me queda es mi imaginación, pensar que todo esto es una pesadilla y que pronto despertaré entre las cálidas sábanas de mi cuarto. Mamá vendrá a levantarme con su sermón por no haberle ayudado, y mi padre soltará una carcajada mientras terminamos ambos regañados por mi madre. Esos eran los momentos familiares que extrañaba desde que dejé mi hogar hace algunos meses en busca de una vida mejor.
Recibí una oferta de trabajo en una ciudad desconocida para mí, proveniente de un pequeño pueblo a las afueras de San Gabriel. Mi querido pueblo estaba rodeado de montañas y árboles, un lugar aislado de la sociedad, pero eso no significaba que fuéramos cavernícolas...
"Poco falta para que terminemos, Evelyn..." escucho una voz impaciente interrumpir mis pensamientos.
"Apúrate, que pronto será mi turno", responde el otro hombre con un tono lleno de frustración.
Regresa a tus recuerdos...
Mi oportunidad de trabajo era en una tienda de ropa de lujo, y el salario prometido sería suficiente para enviar dinero a mi familia. Sin embargo, al llegar a la parada del autobús, fui secuestrada. Desde entonces, he sufrido violaciones y maltratos innumerables. La idea de que no hay escapatoria me aterra.
Un golpe me hace regresar a la cruda realidad. Aquí, en este lugar, ellos usan máscaras de animales, cada una diferente, para establecer una jerarquía. Mi cuerpo se estremece al sentir cómo su miembro entra violentamente en mí, rompiendo mi interior y mezclando mi sangre con sus fluidos. Mis piernas tiemblan, pero mi cuerpo reacciona involuntariamente. Soy testigo de cómo mi propio ser se convierte en un recipiente para su placer. Otro hombre sin piedad toma su lugar, y aunque no puedo ver detrás de su maldita máscara, sé que está sonriendo al ver mi estado deplorable. Mis senos están a su disposición, muevo mis caderas y emito gemidos que hacen que mi estómago se revuelva, pero no puedo vomitar. No quiero que me hagan comer mi propio vómito.
"Tu cuerpo dice algo diferente a tu rostro", escuchó una voz distorsionada proveniente de su máscara.
Su risa se clava en mi cuerpo desnudo e indefenso. Después de eyacular en mí, se marcharon, dejándome con mi voluntad de vivir marchitándose.
Mientras estoy recostada, mirando hacia arriba, siento una intensa emoción que hace que las lágrimas llenan mis ojos. Mis dientes aprietan mis labios en un intento de contener todo lo que siento. Me siento sucia, deshonrada y utilizada. Me duele pensar que no soy la única que está pasando por esto, y me pregunto cuántas chicas han estado en esta misma habitación.
Una voz suave y amable, proveniente de una pequeña y vieja rejilla, me sacude de mis pensamientos. Al principio, dudo de si es real o solo fruto de mi imaginación. Pero nuevamente, la voz suave me sacude, y me doy cuenta de que no he sentido tal calidad en meses. Me siento emocionada pero triste al mismo tiempo. Es una voz diferente a la de Catalina, mi compañera de infortunio que solía hablar a través de la rejilla antes de que le cortaran la lengua. Me levanto con dificultad de la cama y gateó hacia la rejilla. Mientras me muevo, siento un dolor punzante en mi cuerpo, los fluidos siguen saliendo de mi interior y trato de decir algo, pero solo emito un sonido grotesco.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que pronuncié una palabra?
Toso, un poco sorprendida por la situación en la que me encuentro. Con la voz ronca, lo primero que sale de mí es una pregunta directa "¿Cómo llegaste aquí?". Quedó perpleja al darme cuenta de que esta no es una situación común. Todo ha cambiado, y nuestro destino está marcado. El silencio se ha convertido en mi única compañía, pero pronto escucho un pequeño jadeo. La chica está llorando.
"Fue por una cita... Lo conocí en Tinder", su voz es melodiosa pero llena de tristeza que se desvanecerá pronto. No puedo evitar sentir empatía por ella, a pesar de no conocerla en absoluto.
"¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Nos van a vender? ¿Qué tipo de lugar es este?", murmura en voz baja, como si intentara tranquilizarse. "Hay cámaras, la habitación es azul y hay un gran espejo... Es extraño, tengo una cama y un baño. Para estar secuestrada, no me parece tan mal", comienza a reír por su propio chiste, esperando que me una a ella. No la culpo, es su forma de intentar mantener la cordura en una situación absurda.
"Perdón, cuando estoy nerviosa digo cosas sin pensarlo", se disculpa, y suspiro. Me doy cuenta de que es solo una joven asustada que, por desgracia, ha terminado aquí.
"Te contaré lo que sucede aquí. ¿Ves la cámara en la esquina de la habitación?", le digo, esperando su respuesta. Ella simplemente emite un sonido de asentimiento. "Dentro de unas horas, comenzará a parpadear. Si se pone en verde, estás a salvo. Si se pone en rojo, la tortura comenzará y entrarán los "Vigilantes", dispuestos a hacer cualquier cosa contigo. Te convertirás en su objeto sexual y en la manifestación de su ira. Escucharás a tus "Vecinas" también", suelto una carcajada. "Algunas de nuestras "Vecinas" pueden hablar, mientras que otras han optado por el silencio. Nunca verás sus rostros, ya que usan máscaras de animales. El más fuerte o el más temible vendrá dependiendo de la jerarquía establecida aquí. Lo único que nos queda es aferrarnos a la esperanza de encontrar una oportunidad para escapar de este lugar infernal. No importa cuánto tiempo llevamos aquí, no podemos permitirnos rendirnos.
A través de la delgada rejilla de vidrio que separa nuestras habitaciones, la joven en la habitación contigua me observa con cautela. Sus ojos transmiten un intento de confianza y fortaleza, aunque apenas se distinguen debido a lo borroso de la barrera.
Mientras su mirada se enfoca en mí, mi mente se llena de recuerdos oscuros. Imágenes de chicas que intentaron escapar y fueron brutalmente atrapadas se entrelazan en mis pensamientos. Resuenan en mis oídos los gritos de dolor y el eco de su sufrimiento. Es difícil ignorar la cruda realidad de nuestro entorno y mantener la esperanza de un final feliz. Repentinamente, la habitación se ilumina con una luz roja intensa. Un escalofrío recorre mi cuerpo y el pánico se apodera de mí.
Las lágrimas llenan mis ojos y un nudo se forma en mi garganta mientras las imágenes del pasado se entremezclan con la realidad presente. Me siento atrapada entre dos mundos, incapaz de escapar del dolor y la crueldad que nos rodea. A través de la tenue barrera, puedo percibir la mirada de la joven, como si pudiera sentir mi dolor y desesperación. Aunque estamos físicamente separadas, nuestras almas están unidas en esta lucha por la supervivencia y la libertad.
Un golpe me hace regresar a la cruda realidad. Aquí, en este lugar, ellos usan máscaras de animales, cada una diferente, para establecer una jerarquía. Mi cuerpo se estremece al sentir cómo su miembro entra violentamente en mí, rompiendo mi interior y mezclando mi sangre con sus fluidos. Mis piernas tiemblan, pero mi cuerpo reacciona involuntariamente. Soy testigo de cómo mi propio ser se convierte en un recipiente para su placer. Otro hombre sin piedad toma su lugar, y aunque no puedo ver detrás de su maldita máscara, sé que está sonriendo al ver mi estado deplorable. Mis senos están a su disposición, muevo mis caderas y emito gemidos que hacen que mi estómago se revuelva, pero no puedo vomitar. No quiero que me hagan comer mi propio vómito.
"Tu cuerpo dice algo diferente a tu rostro", escuchó una voz distorsionada proveniente de su máscara.
Su risa se clava en mi cuerpo desnudo e indefenso. Después de eyacular en mí, se marcharon, dejándome con mi voluntad de vivir marchitándose.
Mientras estoy recostada, mirando hacia arriba, siento una intensa emoción que hace que las lágrimas llenan mis ojos. Mis dientes aprietan mis labios en un intento de contener todo lo que siento. Me siento sucia, deshonrada y utilizada. Me duele pensar que no soy la única que está pasando por esto, y me pregunto cuántas chicas han estado en esta misma habitación.
Una voz suave y amable, proveniente de una pequeña y vieja rejilla, me sacude de mis pensamientos. Al principio, dudo de si es real o solo fruto de mi imaginación. Pero nuevamente, la voz suave me sacude, y me doy cuenta de que no he sentido tal calidad en meses. Me siento emocionada pero triste al mismo tiempo. Es una voz diferente a la de Catalina, mi compañera de infortunio que solía hablar a través de la rejilla antes de que le cortaran la lengua. Me levanto con dificultad de la cama y gateó hacia la rejilla. Mientras me muevo, siento un dolor punzante en mi cuerpo, los fluidos siguen saliendo de mi interior y trato de decir algo, pero solo emito un sonido grotesco.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que pronuncié una palabra?
Toso, un poco sorprendida por la situación en la que me encuentro. Con la voz ronca, lo primero que sale de mí es una pregunta directa "¿Cómo llegaste aquí?". Quedó perpleja al darme cuenta de que esta no es una situación común. Todo ha cambiado, y nuestro destino está marcado. El silencio se ha convertido en mi única compañía, pero pronto escucho un pequeño jadeo. La chica está llorando.
"Fue por una cita... Lo conocí en Tinder", su voz es melodiosa pero llena de tristeza que se desvanecerá pronto. No puedo evitar sentir empatía por ella, a pesar de no conocerla en absoluto.
"¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Nos van a vender? ¿Qué tipo de lugar es este?", murmura en voz baja, como si intentara tranquilizarse. "Hay cámaras, la habitación es azul y hay un gran espejo... Es extraño, tengo una cama y un baño. Para estar secuestrada, no me parece tan mal", comienza a reír por su propio chiste, esperando que me una a ella. No la culpo, es su forma de intentar mantener la cordura en una situación absurda.
"Perdón, cuando estoy nerviosa digo cosas sin pensarlo", se disculpa, y suspiro. Me doy cuenta de que es solo una joven asustada que, por desgracia, ha terminado aquí.
"Te contaré lo que sucede aquí. ¿Ves la cámara en la esquina de la habitación?", le digo, esperando su respuesta. Ella simplemente emite un sonido de asentimiento. "Dentro de unas horas, comenzará a parpadear. Si se pone en verde, estás a salvo. Si se pone en rojo, la tortura comenzará y entrarán los "Vigilantes", dispuestos a hacer cualquier cosa contigo. Te convertirás en su objeto sexual y en la manifestación de su ira. Escucharás a tus "Vecinas" también", suelto una carcajada. "Algunas de nuestras "Vecinas" pueden hablar, mientras que otras han optado por el silencio. Nunca verás sus rostros, ya que usan máscaras de animales. El más fuerte o el más temible vendrá dependiendo de la jerarquía establecida aquí. Lo único que nos queda es aferrarnos a la esperanza de encontrar una oportunidad para escapar de este lugar infernal. No importa cuánto tiempo llevamos aquí, no podemos permitirnos rendirnos.
A través de la delgada rejilla de vidrio que separa nuestras habitaciones, la joven en la habitación contigua me observa con cautela. Sus ojos transmiten un intento de confianza y fortaleza, aunque apenas se distinguen debido a lo borroso de la barrera.
Mientras su mirada se enfoca en mí, mi mente se llena de recuerdos oscuros. Imágenes de chicas que intentaron escapar y fueron brutalmente atrapadas se entrelazan en mis pensamientos. Resuenan en mis oídos los gritos de dolor y el eco de su sufrimiento. Es difícil ignorar la cruda realidad de nuestro entorno y mantener la esperanza de un final feliz.
Repentinamente, la habitación se ilumina con una luz roja intensa. Un escalofrío recorre mi cuerpo y el pánico se apodera de mí.
Las lágrimas llenan mis ojos y un nudo se forma en mi garganta mientras las imágenes del pasado se entremezclan con la realidad presente. Me siento atrapada entre dos mundos, incapaz de escapar del dolor y la crueldad que nos rodea. A través de la tenue barrera, puedo percibir la mirada de la joven, como si pudiera sentir mi dolor y desesperación. Aunque estamos físicamente separadas, nuestras almas están unidas en esta lucha por la supervivencia y la libertad.
"Solo puedo ver tus ojos, ¿me podrías describir cómo eres físicamente?", solté como tema de conversación. Mi mandíbula dolía, mis dientes sangraban debido a la fuerza que había ejercido minutos antes.
"Tengo el cabello negro, liso y sedoso que cae delicadamente sobre mis hombros. Mi piel es suave y de un tono claro, como la porcelana. Mis rasgos faciales son delicados y proporcionados, con pómulos suavemente delineados y labios rosados y bien formados." Murmuró haciendo que comenzará a reír
"¿Y tú?, ¿cómo eres?", preguntó curiosamente.
"Te diré cómo era antes, ¿sí?", respondí con una mezcla de nostalgia y tristeza. "Mi cabello rojizo caía en suaves ondas sobre mis hombros, enmarcando mi rostro de manera natural. Tenía una tez clara y suave, con algunas pecas dispersas en mis mejillas. Mis ojos son negros y tenía una apariencia normal y corriente, pero ahora soy todo lo contrario", continué. Sabía que mi voz sonaba melancólica, extrañaba mi antigua apariencia de hace algunos meses atrás. "Mi cabello está corto y desaliñado, y mi piel parece más pálida debido a la falta de luz solar. Mis ojos ya no brillan como antes, y mis mejillas han perdido su tono rosado. Ya no uso ropa cómoda, solo estoy desnuda."
"Sigues siendo bonita, nadie puede quitarte tu belleza", susurró ella suavemente.
Sonreí levemente y le dije "Soy Evelyn. Diría que es un gusto conocerte, pero sinceramente la situación no me lo permite". Sentí otro dolor punzante en mi espalda, junto con náuseas y un fuerte dolor de cabeza. Necesitaba darme una ducha larga para despejar mi mente. "Iría al baño, hablamos luego".
Me levanté y escuché suavemente "Soy Emma". Sonreí en respuesta.
"Te deseo suerte, porque estamos bajo la luz Roja", dijo en tono preocupado. Justo cuando caminaba de nuevo, la luz comenzó a parpadear y, con fuerza, cerré los ojos. Lo último que escuché fue a Emma diciendo "La habitación está roja..." y después de unos segundos, su puerta emitió un sonido grotesco. Salí corriendo hacia el baño, sintiendo el corazón latir rápidamente en mi pecho.
Entré apresuradamente al baño, tratando de dejar atrás la angustia y el miedo que me inundaban. Cerré la puerta detrás de mí y apoyé mi espalda contra ella, tratando de recuperar el aliento. El baño era pequeño y sencillo, con azulejos blancos y una luz tenue que emitía un débil zumbido.
Miré fijamente mi reflejo en el espejo. Mi rostro mostraba el cansancio y el estrés de los últimos días. El rastro de lágrimas aún se vislumbraba en mis ojos negros, ahora opacados por una mezcla de tristeza y determinación.
Me acerqué al lavabo y abrí el grifo, dejando que el agua fría cayera sobre mis manos temblorosas. Sentí el líquido helado deslizándose entre mis dedos, llevándose consigo parte de la tensión acumulada.