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Chapter 200 - La batalla final, Por mis amigos.

Punto de vista de Aleksander Ryback.

— Estoy muerto? ¿Eso fue todo? ¿Todo acabó así?, pensaba, mientras recibía de lleno el ataque del Dios del Cauce. Fue un ataque demoledor. Un ataque que combina cinco técnicas de esgrima del Dios del Cauce y magia divina de agua. Fue algo demoledor. Ni siquiera con Kajakut puede detener eso.

Ahí me di cuenta de que estaba perdido. Había sido derrotado.

Pero mi ego hizo que en vez de rendirme, tuviera la mala idea de provocar a Reidar Reí , y este me aplastó como papilla con Gravedad. Realmente, Reidar es un héroe y un tipo poderoso.

Sentí mi cuerpo despedazarse, y la luz se fue de mis ojos. Vi todo negro y no escuchaba nada. Sentí cómo comprimían mi cuerpo, y era arrojado a algún agujero. Pero eso no era más que tacto. Era el único sentido que me quedaba.

Tengo sangre de demonio inmortal, pero aún así tengo más sangre de humano , por lo que si no como algo, o me queman hasta las cenizas, moriré. Puedo regenerarme, pero no como papá o mi abuela.

Y Este fue un ataque masivo. Siento que mi conciencia se desvanece. ¿Estaré muriendo?.

Mierda, me gustaría al menos volver a hablar con Reidar y decirle que, si, es un héroe, no debería haberlo llamado un débil. El maldito me humilló. Jajaja, había escuchado mucho de él y me entusiasmaba conocerlo y batirme a un duelo amistoso. Cuando lo vi, me pareció un debilucho bueno para nada . Pero el desgraciado nos oculto hasta el último minuto que enrealidad era el ¡Dios del Agua! Y no solo eso, yo diría que es más poderoso que el primer Reidar Reí, o al menos según lo que e escuchado y leído sobre el primer Dios del cauce. La magia de ese sujeto es brutal. Bueno, creo que es el fin, pensé, mientras mi conciencia desaparecía.

— ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?, dije de pronto, y vi todo negro. Pero escuché mi voz y pude hablar. Y creo que puedo ver, ya que parpadeo. Jajaja, qué suerte. Me regeneré a partir de sangre, huesos y carne. Jajaja, nunca estuve tan feliz de tener sangre de demonio inmortal. Di un golpe hacia arriba, y destruí la piedra qué cubría la tumba en que me deposito Reidar, mientras volvía a ver la luz.

Salí de ahí, desnudo y con un cuerpo nuevo. Me sentí regocijado al respirar aire puro.

Estaba en el fondo del abismo. No sé cuántos días había pasado, pero por las manchas de mi sangre en el piso y los cadáveres putrefactos de los dragones, yo diría que unos diez días, carajo.

De pronto, sentí un gran estallido en la cima y vi cómo algo dorado caía. Me apresuré a llegar ahí mientras me ponía mi ropa, que había sobrevivido a la magia de Gravedad, aunque apestaba a sangre podrida.

Como sea, cuando llegué, eso dorado se estaba regenerando. ¿Es la armadura de Reidar Reí?, pensé, pero no lo era. Esto era diferente. Un poco más allá, vi un brazo de carne negra moviéndose hacia la armadura. ¿Es de mi abuela? No, imposible. Es un brazo grande. Como sea, le di una patada a ese brazo, lanzándolo lejos. Miré la armadura, y apenas la toqué, esta se aferró a mi cuerpo.

Sentí cómo un gran poder salía de ella, un poder que nunca había sentido. Podía sentir cómo el aura de batalla recorría mis venas.

Con esto podré matar a Orsted, pensé, y así empecé a subir el abismo.

Mientras, en la cima de la quebrada del Wyrm de Tierra.

Después de tomar los restos de Geese, les dije que debíamos ir a la aldea. Aún debíamos bajar y sellar a Badigadi si es que estaba vivo, volveríamos con Orsted y Cliff para sellar al maldito o a la armadura.

Pero mientras me ponía en camino junto a Ghislaine, Papá, y Ruidjerd, Isolte se paró frente a mí y me miró directo a los ojos.

—¿ Pasó algo, Isolte?, —le pregunté, algo asustado por su reacción.

Ella no dijo nada y dio un suspiro.

— Escucha, Isolte. Si Doga te dijo algo, quiero que sepas que solo estaba bromeando con él. No fue nada malo. Él es un buen tipo y solo quería molestarlo un rato.

— Lo que quiero es (…), espera un segundo ¿como que hablaron de mí?, —preguntó, sonrojada.

— Sí, algo así. Él dijo que eres linda, Isolte.

— ¿En serio?, —dijo Isolte, muy roja.

—Bueno si, pero el grandote es tímido, casi le sacamos a la fuerza esa información,— dije avergonzado.

—Ya veo, pero No es por eso que te detengo.

—Oh lo siento, —dije. Mierda la cague, le jodi la movida a Doga pensé.

—Mi señor, —me dijo Isolte, arrodillándose frente a mí y sacando su espada, la cual me ofreció.

— ¿Qué haces, Isolte? Ponte de pie. No soy el Santo padre ,— le dije.

— Yo, la Emperatriz del Cauce, Isolte Cruel, discípula de Reida Reía, estoy a tu servicio, Dios del Cauce. Por favor, acepta esta espada, que mi maestra aceptó de su predecesor.

— Guarda la espada, Isolte. No somos los Dioses del Norte que heredan Kajakut. Esa espada es tuya. Reida quería que estuviera contigo.

— Entiendo, gracias, mi señor. Estoy lista para que vaya al santuario del Dios del Cauce en Ars, y tome que tome el control de nuestro santuario.

— Escucha, Isolte. No puedo hacer eso. Soy el comandante del ejército de Orsted, y preferiría mantener mi identidad como Dios del Cauce en secreto.

— Pero la tradición manda(…)

— No quiero ser grosero, Isolte, pero de verdad debemos ir por Cliff y bajar a la quebrada. ¿Podemos dejar esta conversación para cuando comprobemos que el Dios de la Lucha está sellado? .

— Sí, entiendo, mi señor.

— Deja de decirme así. Solo llámame Rúdeus.

— Son las reglas, usted es Reidar Rei— me dijo, mientras caminábamos hacia el puente.

— Ufff, son reglas estúpidas, Isolte.

— ¿Cómo puedes decir eso, eres Reidar?

—¿ No puedes cambiar esas reglas, Isolte? .

— Eeeh, no lo sé. Es una tradición en la escuela de Reidar.

— ¿Y el primer Reidar puso esas reglas?, pregunté.

— No, solo es una tradición que siguieron los sucesores.

— Bien, hablemos de eso después. ¿Te parece, Isolte?

— Sí, mi señor.

— Deja de llamarme así. Uff, estoy cansado. Apenas me queda maná,— dije.

— Hijo, ¿es eso cierto? Eres el Dios del Cauce, —me pregunto Paul.

— Sí, lo soy.

— ¿Pero cómo? ¿Cuando ?, —preguntó papá.

— Pues entrenando con Orsted.

— ¿Y por qué no me lo dijiste?

— Porque tú y Eris siempre hablan de más. Quería mantener esto oculto, pero el idiota de Alek Ryback me obligó a ocupar esta técnica.

— ¿Hace cuántos tiempo que eres el Dios del Cauce, hijo?

— Mmm, hace casi dos años.— Pam, Paul, me dio una bofetada en la cabeza.

— ¡Qué demonios, viejo!

— Eso es por mentirme, Rudy.

Ghislaine por su parte le dio una bofetada en la cabeza a Paul y lo regaño — Ya déjalo, le dijo Ghislaine. —¿No ves que gastó casi todo su maná? Está débil.

— Gracias, mamá, perdón digo Ghislaine,— Dije avergonzado, haciendo que Ghislaine se sonrojara, mirando a Paul.

Después de cruzar el puente, y mientras caminábamos a través del llano en que quedó el bosque luego de la batalla, de pronto Ruidjerd se detuvo y quedó mirando hacia donde estaba el desfiladero.

— ¿Pasó algo, Ruidjerd?, le preguntó papá.

— Tenemos compañía, es un enemigo, dijo Ruidjerd. Rápidamente, me di vuelta, mientras todos sacamos las espadas y yo sostenía Kajakut, aunque no era mucho lo que podría hacer con ella en mi estado.

De pronto, vi un brazo dorado que salió del abismo.

— ¡Esto tiene que ser una puta broma!, —dije a viva voz.

Cuando salió, era el Dios de la Lucha, pero ya no tenía el mismo tamaño y la armadura había cambiado de forma, pero era la misma, reconocería ese brillo donde fuera. De pronto, vi un resplandor, y caí al suelo con mis piernas rotas. Cuando miré a los demás, estaban heridos de gravedad. No muertos, pero sí gravemente heridos. Debía curarlos, pero el Dios de la Lucha estaba sobre mí y me arrebató Kajakut, que había caído cerca de mí.

— Eres un hombre con honor, Rúdeus Greyrat. Un verdadero héroe que se enfrentó a grandes desafíos y salió con vida. Te respeto y te admiro. Sin embargo, esto es mío,— dijo, mirando la espada.— En consideración de ello, te perdonaré la vida y la de tus amigos. Ahora, mataré a Orsted y me convertiré en un héroe, con tu permiso,— me dijo, mientras caminaba hacia la aldea Superd.

— ¡Oh, mierda! Es el lunático, —pensé . El hijo de puta estaba vivo, pero ¿cómo?. Estamos jodidos, esto es grave. El maldito demente tiene la armadura del Dios de la Lucha y Kajakut. Y Alek en estado base es mucho más fuerte que Badigadi. Eso quiere decir que esa maldita cosa tomó a un huésped de mayor nivel, y Alek es un decerebrado. La armadura tomará control de él muy pronto,— pensé.

— ¡Adónde crees que vas, loco de mierda!, le grité.

Él se detuvo y volteó.

— Mataré al Dios Dragón Orsted, y seré un héroe. Quien se meta en mi camino morirá. Ahora, quedate ahí , Reidar Reí. No quiero hacerte daño—. Y así, siguió su camino.

— ¡Espera, maldito demente!,— le grité, pero él no me hizo caso.

Con el poco maná que me quedaba, me curé las piernas y curé a mis amigos. Luego, hice una cúpula de tierra extra fuerte y los dejé ahí, ya que estaban inconscientes. Cuando los dejé ahí, curiosamente, Paul cayó con la cabeza entre las tetas de Ghislaine.

Bueno, no debo pensar en ello. Debo detener a este lunático. Mis esposas, mis hermanas, Cliff, Liz, los médicos y los Superd están ahí.

Desenfundé la espada corta y me dirigí en persecución de Alek. Caminaba muy lento y solo la adrenalina me hacía avanzar. Cuando finalmente llegué a la aldea Superd, no había nadie. Alek estaba ahí, saliendo de una casa, y estaba frustrado.

— ¿Dónde están todos? ¿Dónde está Orsted, maldita sea? Soy el Dios del Norte, Kalman III.

No hay nadie. Debieron evacuar como le pedí a Silphy. Esto es un alivio, pensé.

Cuando Alek me vio, ardió en rabia.

— ¡Esto es tu culpa, Dios del Cauce! Maldito seas. Pensaba perdonarte la vida, pero te mataré, desgraciado, —dijo viniendo hacia mí.

— Estoy muerto, pensé, mientras tomaba mi espada. No soy rival para este tonto en mi condición, y menos con esas armas. Así que esperé mi final de pie, como un hombre. La misión estaba cumplida. Había salvado a los Superd.

Unas horas antes.

Silphy había llegado con Eris en sus brazos, y la dejó cerca de Roxy, que la cuidaba.

— Dios Dragón, Dios Dragón, —lo buscaba Silphy, asustada.

— ¿Qué sucede?,— preguntó Orsted.

— Lo derrotaron. El Dios de la Lucha fue derrotado, y la armadura cayó al abismo. Rudy pide que Cliff vaya para sellar a Badigadi y la armadura, Rudy ya no tiene maná.

— Lamento decirte que Cliff Grimoire está casi sin maná. Él no podrá sellarlo.

— ¿Y usted podría?, —le preguntó Silphy.

— Sí, pero no soy tan bueno en esa magia. Sin embargo, hay alguien que podría, —dijo, pensando.

Orsted miró al jefe de la aldea un segundo, y a los Superd. Luego, miró a Norm, Aisha, Roxy y Eris, que aún estaba dormida.

— Rápido, evacuen por el círculo que está en la caverna que creó Rudeus,— dijo Orsted. Rápido, si el Dios de la Lucha regresa, no habrá quien los proteja.

Rápidamente, los Superd evacuaron a la ruina cerca de Biheiril junto con la familia de Rudeus, sus amigos y el equipo médico.

Orsted también fue con ellos. Ya con los Superd a salvo, Orsted sacó un silbato y llamó a Almanfi.

— Aisha Greyrat, ¿puedes acompañarme?,— le pidió Orsted.

— Sí, de inmediato, —dijo, y juntos fueron con Perugius.

Cuando llegaron a la audiencia, el Rey Dragón no puso buena cara al ver a Orsted, aun cuando tenía el casco puesto.

— ¿Qué pasó ahora, Orsted?, —preguntó Perugius.

— Necesito tu ayuda. Rúdeus ganó, pero necesitamos sellar a Badigadi y la armadura, y solo tú puedes hacer eso. Tú tienes conocimientos que ni los Dioses Dragón tenemos en magia de barreras y círculos mágicos. Eres el Dios de magia de barrera. Te necesitamos, —le dijo Orsted, dándole una ligera reverencia.

— Jajaja, tú, el más poderoso de los Dioses Dragón,¿ pides mi ayuda? , a pesar de haberme rechazado cuando recién apareciste y te negaste a que te enseñara mis conocimientos. Y Ahora pides mi ayuda, muchacho.

— No me digas "muchacho", Perugius. Tenemos casi la misma edad, solo que tú llegaste antes desde el Mundo dragón. Y sabes perfectamente por qué no trabé amistad contigo.

— Lo sé. Por lo mismo, no te debo nada.

— ¿Y dejarás que el Dios de la Lucha destruya el continente central y mate a tus amigos?— dijo Orsted con cara aterradora.

— No es mi problema.

— No le importa mi hermano, Zanoba o las personas de esos lugares Majestad, —los interrumpió Aisha.— Sé que odias a los demonios, pero ¿y mi hermano, y su lucha para que en el futuro Laplace sea derrotado Rápidamente? , no cuenta.

— Ja, yo mataré a Laplace, niña. Es por lo único que vivo.

— Entonces, ¿pretendes que, cuando llegue el momento de que Laplace aparezca, no tengas aliados? Si Hitogami gana ahora, no habrá alianza cuando llegue Laplace, y nunca tendrás tu venganza,— le dijo Aisha.

Perugius se puso de pie y se puso frente a Orsted.

— Así que trajiste a esta mujer para convencerme, muy listo Orsted.

Sácate el casco y mírame a los ojos,— le dijo Perugius a Orsted.

Orsted le hizo caso, provocando que Aisha se quedara petrificada del miedo.

— Dime una cosa, Orsted. ¿Estos humanos son importantes para ti?

— Sí, lo son.

— ¿También esos Superd?

— Todos lo son si queremos matar a Hitogami.

— ¿Por qué pides mi ayuda? Y no me digas esa mierda de que quieres matar a Hitogami. Nunca vendrías a pedir mi ayuda por ello. Dime la verdad.

— Porque no quiero que mi mejor amigo se muera,— dijo Orsted, finalmente después de varios segundos de silencio.

Perugius le dio una sonrisa.

— Tengo dos condiciones, Orsted. La primera es que me prometas que me dejarás darle el golpe de muerte a Laplace.

— Hecho.

— Y la segunda, quiero saber el nombre del quinto general Dragón, quien después fue el segundo Dios Dragón, el discípulo de mi madre y quien me dio el nombre.

— No lo sé. Llegué hace doscientos años. Si Urupen y los Dioses Dragón del pasado no lo supieron, yo tampoco lo sé. Solo sé que nos dejó esa gran cantidad de literatura. Si esa elfa, Rostelina qué nombraba en sus escritos , hubiese recuperado la memoria, ella hubiese podido decírtelo,— dijo Orsted, mintiendo deliberadamente.

— Mmmmm. Ella no recuerda nada y nunca lo recordará. Como sea, bien, te ayudaré, Orsted. Llegaré en unas horas. Prepara todo. Por cierto, necesitaré un objeto mágico de gran poder para poder sellar la armadura y a un Dios Demonio inmortal.

— Te lo agradezco,— le dijo Orsted.— Vámonos, Aisha.

Y así, regresaron de regreso a las ruinas, y Orsted se transportó a la aldea.

De regreso a la aldea.

Mientras Aleksander se dirigía a mí, yo tomaba la espada corta con la fuerza que me quedaba. Maldita sea, debí tomar la pistola de papá. Soy un idiota. Debí pensar en que esto podía pasar y haber creado un AR-15 que disparara balas rango Emperador. Maldita sea, estoy jodido.

Cuando Alek estaba a unos metros de mí, de pronto se detuvo y empezó a temblar.

— ¿Qué es esto? ¿Qué es este miedo abrumador? Esta sensación de peligro. ¿Por qué no puedo mover mis músculos?

Yo también sentí esa sensación. La he sentido dos veces, cuando casi me matan cuando tenía trece años, y después cuando Orsted se lanzó en mi contra cuando lo convoqué a dialogar.

Cuando miré hacia la aldea Superd, de entre las casas , Orsted venía caminando hacia nosotros, y emitía gran cantidad de sed de sangre que incluso yo, que soy inmune a su maldición, empecé a temblar.

— Lamento llegar tarde, Rudeus, —me dijo Orsted.— Será mejor que te cubras, —me ordenó, y me lanzó el casco.

— ¿Qué pasó? ¿Dónde están todos?, pregunté.

— Tranquilo, Silphy me dio tu recado, pero Cliff Grimoire no tenía maná. Así que evacué a todos y fui a pedir la ayuda de alguien. Lamento la tardanza.

— No te preocupes,— le dije.

— Bien, déjame todo a mí,— me dijo.

— Espera, Orsted, tu poder mágico(…)

— No te preocupes por eso. Ya has hecho demasiado en esta guerra . Yo me encargaré de esto.

— Pero, pero(…) el maná. ¿Por qué haces esto?

— Porque, por primera vez en mi vida, quiero pelear al lado de mis amigos, —me dijo, sonriéndome. Creo que yo también le sonreí y no lo interrumpí más, mientras se dirigía al Dios de la Lucha, quien dio un paso hacia atrás cuando lo vio.

— Ya veo. Así que eres Aleksander Ryback.

— Tú, tú, tú… eres el Dios Dragón Orsted.

— Sí, pues bien, aquí me tienes, te derrotar Aleksander . Estás con la armadura del Dios de la Lucha y la espada. Quebrare tu espíritu de lucha. Y cuando te derrote con esas armas qué llevas , supongo que no podrás poner excusas, como cuando Rudeus te derrotó.

— ¡Cállate! ¡Te mataré, y seré un héroe! Mi nombre será recordado— dijo el enajenado mental, mientras levantaba su espada.

— No puedes ganar,— dijo Orsted, juntando las palmas de sus manos. Mientras las separaba, una luz emergió, y entre la luz, la Espada de Dios. Esa espada que casi me mata.

— Veamos qué puedes hacer, niño,— le dijo Orsted.

— Jajaja, ya veras monstruo.

En mi mano derecha una espada, en mi mano izquierda una espada. Con estas manos, cobraré incontables vidas. Ofreceré cien millones de muertes. ¡Soy el Dios del Norte, Kalman III! ¡Fractura de Gravedad!, —gritó Aleksander, provocando que todo flotara, y la aldea fuera destruida de cuajo: árboles y rocas fueron pulverizadas, para luego dejar caer la espada contra Orsted. La explosión fue tan grande que salí volando a unos arbustos, mientras trataba de cubrirme con un escudo de tierra. Después de unos segundos, divise algo dorado. Pero lo que vi, me dejó frío. Orsted había parado el ataque con su espada sin ningún rasguño, y le dio una tremenda patada a Aleksander, destruyendo el pecho de la armadura, que quedó en el suelo.

Aleksander salió de los escombros, y Orsted se lanzó contra él de manera aterradora, cortando el conjunto de la armadura en el hombro.

Aleksander lo atacó nuevamente con Fractura de Gravedad, con el mismo poder con el que matamos a Badigadi. Orsted volvió a parar el ataque con su espada y le cortó un brazo. Empecé a ver el pánico en los ojos de Alek, que ya había perdido el casco, mientras la armadura luchaba por regenerarse y cubrir el cuerpo del Dios del Norte.

Aleksander dio otro ataque, pero Orsted lo Bloqueo con suma facilidad, enterrándole su espada en el pecho de Aleksander, y de paso le cortó el otro brazo, mientras daba cortes con la Espada de Luz, sin llegar a descuartizar a Alek. Cuando terminó de atacar, la armadura cayó hecha pedazos al suelo, y Aleksander estaba de rodillas y llorando, mientras Orsted puso su espada en su cuello. Yo me acerqué y tomé Kajakut del brazo que Alek había perdido, mientras veía cómo la armadura se regenera, pero ya no volvió a cubrir el cuerpo de Aleksander, el Dios de ella lucha Lo había abandonado. Así de abrumador es el poder de Orsted.

Llegue al lado de Orsted y levanté la espada.

— ¿Qué haces, Rudeus?

— ¿Tú qué crees? Matar a este lunático. Si lo dejamos vivo, podría atacarnos nuevamente, a nuestros amigos, a mi familia o a los Superd.

— Si lo decapitas, no va a morir, - me dijo Orsted .

— No, pero si lo decapito y destruyo su cabeza con plasma, el hijo de puta morirá. Debí incinerar a este bastardo cuando lo derrote. Es un demente. No podemos dejar a alguien tan malvado como él con vida , Orsted.

— Él no es malvado. Es solo estúpido, —me dijo Orsted,— antes de que hagas algo, déjame hablar con él, —me dijo el Dios Dragón.

— Está bien, —le dije, soltando el agarre de Kajakut .

— Escucha, Aleksander Ryback, te daré dos opciones. Conviértete en mi subordinado o muere.— Así de simple fue la oferta de Orsted.

Alek estaba aterrado y me miró de reojo. Tenía los ojos con lágrimas, estaba llorando en silencio, estaba aterrado, y su boca abierta se movía como si tratara de esgrimir una palabra.

Alek estaba derrotado. Orsted le tomó 10 minutos derrotarlo, con la armadura del Dios de la Lucha y Kajakut juntas. Orsted no tenía ningún rasguño, solo su túnica un poco sucia nada más. Eso fue aterrador. Viendo esto, no sé cómo demonios yo lo dejé tan herido en nuestra batalla, y Alex tomando el manto del Dios de la Lucha y además con Kajakut no le hizo nada. Aunque eso se debe a que es estúpido. Yo siempre fui táctico, y este idiota siempre se confía de su espada. Tal vez fue por eso, pensé.

Alek miró a Orsted y por fin habló.

— Me rindo. Seré tu subordinado, Dios Dragón, y cumpliré con la alianza del Dios del Norte y el Dios Dragón.

— ¡Tiene que ser una puta broma!, —le dije, soltando el agarre de Kajakut. — ¿Vas a confiar en este lunático?, —le dije a Orsted.

— Claro que sí, —me dijo Orsted, —Estoy seguro de que él ya cambió, — dijo sonriendo mientras le curaba un brazo.

— Por favor, Dios Dragón, séllame un brazo, —le pidió Alex. — El brazo dominante.

— ¿Para qué?

— Así me volveré más fuerte como mi padre, que abandonó Kajakut, y así podré entender lo que él me quiso decir con ese de ser un "verdadero héroe".

— Está bien, —dijo Orsted, que selló el poder de su brazo derecho hasta que Alek volviera a pedir usarlo.

— Orsted, esto es una mala idea. Este payaso es más estúpido que Atofe. Está obsesionado con ser un héroe, temo que nos pueda traicionar y atacarnos como un traidor en cualquier momento, —le dije .

— No nos va a traicionar, tranquilo. Y ahora tendrá la oportunidad de demostrar que es un héroe , Rúdeus . Tú eres un verdadero héroe, que aprenda de ti.

— ¿Qué? ¿Yo? ¿Por qué yo?, —le dije.

— Será un gusto trabajar con usted, Dios del Cauce. Espero que seamos amigos, —me dijo Alek.

— ¡Cállate! No eres mi amigo. Loco de mierda , demente, eres un individuo con las facultades mentales alteradas. No pasarán diez minutos hasta que se le vayan los enanos para el bosque, —le dije a Orsted .

— Tranquilo, Rúdeus. Tengo confianza en él, —me dijo Orsted.

Bueno, este tipo conoce el futuro, y dice que este chalado será un gran Dios del Norte y mejor que Alex, pero no me convence después de haber combatido con él.

— No te devolveré Kajakut, estúpido, —le dije a Alek.

— La Espada es suya, Dios del Cauce. Se la pediré de regreso cuando muera de vejez, —me dijo Alek.

— Mmm, con respecto a eso, —nos dijo Orsted. — Creo que Kajakut deberemos usarla para otro fin, —dijo, pidiéndomela.

— ¡Oye, ya no tengo armas!, —le dije.

— Pues hablaremos con el Dios Metal para que nos fabrique espadas mágicas, —me dijo Alek.

— tu cállate, no le hables, no soy tu amigo, —le dije.

Apenas le pasé la espada a Orsted, y mientras Alek se ponía de pie, vi que Papá, Isolte, Ghislaine y Ruidjerd venían hacia nosotros corriendo a toda velocidad. Ruidjerd se puso en guardia al ver a Alek, ya que es el único que lo conocía sin la armadura, pero Orsted se puso el casco y les dijo que no había problema. Alek Ryback se había rendido.

Cuando Paul llegó a mi lado, tenía un ojo morado.

— ¿Qué te pasó, papá?

— No te hagas el idiota. Cuando nos atacaron, quedamos inconscientes, y tú nos dejaste en ese domo. Ghislaine despertó primero, y según ella tenía mi cabeza entre sus tetas, y estoy seguro de que ese fuiste tú, tonto quien me dijo en esa posición , —dijo, dándome un coscorrón.

— Rudy, —escuché de pronto el grito de Silphy y Roxy, quienes aparecieron con mis hermanas. Ellas corrieron hacia mí y me abrazaron, mientras mis hermanas abrazaban a papá.

De pronto, entre la multitud que llegó de Superd y los médicos, vi a Liz, Cliff, Doga, Zanoba, July y Ginger, y la última que aprecié fue Eris, que apenas caminaba, pero venía hacia mí sonriendo con su mechón blanco, se veía muy linda así, se parecía a Rogué de los X-men.

— Cuando finalmente mis esposas estuvieron a mi lado,me abrazaron en conjunto, ya cuando le di cuenta que todos estaban bien y todos estaban a salvo, caí dormido del cansancio.

Mientras en la casa Greyrat en la Sharia .

Nanahoshi aún estaba asustada al no tener noticias de su esposo mientras cuidaba de sus hijos y jugaba con ellos tratándo de ocultar su preocupación. En ese momento, el sótano brilló, alguien había llegado desde Ars .

— Quédense aquí, —le dijo a Lilia y los niños, mientras bajaba con su arma. Solo para encontrar a Ariel con su bebé en brazos, en compañía de Tristina y Luke.

— Hay noticias de Rudy?, —preguntó Ariel, sin perder tiempo.

— Están peleando contra el Dios de la Lucha. Roxy y Aisha fueron hacia allá con su armadura, pero no he tenido noticias, Majestad, —le dijo Nana.

Ariel se puso pálida y miró al príncipe en sus brazos.

— ¿Él está bien?

— No lo sé, estoy preocupada. Solo me tranquiliza que Orsted está con ellos. Lo único que sé es que Rudy mató a Kalman III, y Eris a Gal Farion.

— ¿En serio Rudeus derrotó a la séptima potencia mundial?

— Sí, bueno, él ya es el Dios del Cauce, y… (…), ¡O mierda!, pensó Nanahoshi, no debí decir eso.

Cuando miró, los tres estaban con los ojos muy abiertos.

— Ya veo. Si hay noticias, por favor avísame, Lady Nanahoshi, —dijo Ariel, saltando al círculo y regresando a Ars.

Ya en el Palacio de Plata, Ariel trató de llamar a Perugius y transportarse al Chaos Braker, pero Almanfi no respondió, y el círculo al palacio de Perugius estaba desactivado.

— Dios, por favor, que no le haya pasado nada a tu padre, —le dijo Ariel a Edward, a quien sonreía en sus brazos.

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