—Qué perra tan pretenciosa —espetó en voz alta una aldeana cuando vio a Lin Muai vomitando.
Al escuchar esto, el rostro de Lin Muai se volvió pálido. Como alguien que creció en una familia de intelectuales, esta era la primera vez que se encontraba en esta situación.
Lin Mu se sintió agraviada y sus ojos se enrojecieron, pero se negó a dejar caer sus lágrimas. Se mordió el labio y cerró los ojos, intentando controlar las náuseas.
Poco después, sintió que alguien pellizcaba la esquina de su ropa y la frotaba. Al abrir los ojos, vio a Liu Fuyan limpiando la saliva de su ropa con unas hojas.
—Fuyan, la ropa de la profesora está sucia. No la toques —dijo suavemente.
—Profesora Lin, no se preocupe. Estoy acostumbrada a estas suciedades. Incluso puedo comer mientras mi hermano defeca a mi lado —dijo Liu Fuyan con calma.
Después de escuchar esto, Lin Muai sintió lástima por ella.