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Feng Chen quedó atónito ante las palabras de su hijo. No esperaba que su hijo inocente y encantador se transformara un día en un niño frío, maduro y vengativo frente a él.
En un instante, sus ojos se enrojecieron y las lágrimas fluían de las esquinas de sus ojos. Extendió sus brazos para abrazar a su hijo y dijo:
—Ah Lin, todo es mi culpa. Te hice a ti y a tu madre una injusticia. Lo siento.
Feng Lin fue abrazado por su padre y se quedó allí inmóvil. Sus puños temblorosos estaban apretados con fuerza mientras decía:
—Padre, si me extrañas, puedes venir a verme más a menudo en el futuro.
Con los ojos cerrados, pensó: 'Esto es solo el principio. Cuanto más lo sienta mi padre por mí, más me escuchará y más odiará a esa mujer. Algún día, devolveré diez veces lo que esa mujer le hizo a mi familia. ¡Les quitaré todo a ella y a su hijo y les haré sentir el dolor que siento!'.