—Claramente, en primer lugar, nunca pidió nacer —pensó Han Liling—. Fueron sus padres quienes la trajeron al mundo. Entonces, ¿por qué debería soportar tanto reproche y trato duro?
—Cuanto más pensaba en eso, más profundo se volvía su odio hacia su hermano —sus palmas se apretaron inconscientemente, lastimando al bebé—. En el momento en que sus uñas se hundieron en su espalda, el bebé comenzó a llorar.
—Han Liling regresó a la realidad en medio del llanto y rápidamente ocultó su odio y envidia —rápidamente consoló a su hermano con una voz suave, comportándose como una hermana amorosa.
Al ver que su hija era tan buena para cuidar a su hijo, Bai Luyun se sintió aliviada y decidió dejar que su hija cuidara a su hijo en el futuro. Cerró los ojos y durmió tranquilamente. No sabía que la decisión de dejar que su hija educara a su hijo se convertiría en el mayor arrepentimiento de su vida.
