—Príncipe Nathaniel, ¿tiene un momento para hablar? —preguntó cautelosamente Sirona mientras observaba al príncipe rubio.
Había estado leyendo las mismas notas una y otra vez, frotándose las sienes e inhalando su bolsa perfumada a intervalos regulares, como si necesitara una forma de evitar un inminente dolor de cabeza.
Sirona se preguntaba cuánto le había contado Daphne sobre las acciones de Atticus. ¿Daphne arrastró al pobre príncipe debajo de las alcantarillas? Eso ciertamente explicaría sus notables ojeras.
O eso, o era mantenido despierto por los rumores que afirmaban que era el amante secreto de Jonás.
Sirona sintió una leve lástima por el Príncipe Nathaniel antes de aplastarla implacablemente bajo su tacón.
—Por supuesto. ¿Qué pasa? —Nathaniel se aclaró la garganta mientras forzaba sus ojos a abrirse para hacerse parecer la viva imagen de la alerta cuando en realidad se sentía casi muerto de pie.