"La revelación pesó en los hombros de Daphne como si fuera la totalidad del mundo. Tropezó un poco, sus rodillas se sintieron débiles por una fracción de segundo. Tanto el Príncipe Nathaniel como Nereo se acercaron, queriendo ayudar a sostenerla, pero ella se recuperó a tiempo.
El labio inferior de Daphne tembló de miedo. Un sollozo ahogado escapó de sus labios, tranquilo y apagado. Sin embargo, en un lugar como las alcantarillas que solo estaba decorado por el sonido del agua goteando de las tuberías con fugas, cada sonido mínimo se amplificaba.
—¿Estás bien, Daphne? —preguntó Nereo. La preocupación coloreaba sus ojos, sus cejas se fruncían y la pequeña porción de piel entre ellas se arrugaba.
Daphne asintió, pero sabía que sus labios sin duda seguían pálidos.
—¿Por qué estarían aquí los miembros de la Orden? —preguntó el Príncipe Nathaniel, expresando perfectamente los pensamientos de Daphne.