Daphne esperaba que Atticus la lanzara a la cama para continuar con sus actividades en el dormitorio, pero para su sorpresa, Atticus la llevó a la pared.
—¿Atticus? ¿Qué estás haciendo? —Daphne preguntó confundida–, sus manos se aferraban instintivamente a sus hombros en busca de estabilidad. Sabía que Atticus nunca la dejaría caer a propósito, ¡pero esto era una pared! ¡Una superficie vertical!
—¿A qué parece que estoy haciendo? —respondió Atticus con picardía, llevándola fácilmente a su cintura.
Daphne se ruborizó cuando sus piernas rodearon sus caderas. En esta posición, sus piernas estaban completamente abiertas. Si no llevaba su vestido, ¡su feminidad estaría completamente expuesta! Era obsceno y lascivo, y de alguna manera el simple pensamiento la hacía más húmeda en sus bragas.
La culpa era completamente de Atticus —Daphne se desesperó internamente—, nunca había sido tan descarada con esos deseos. Él la había corrompido y ahora no había vuelta atrás.