—¿Perdón? ¿Quién fue el que tomó tal decisión? —exigió Atticus antes de que Daphne pudiera responder—. No podía creer lo que sus oídos escuchaban.
Esta criada era tan insolente como la que dejaron corriendo tras ellos. Hizo sonar su cuestión como si estuviera preguntándole a Daphne, pero Atticus detectó un tono de condescendencia en sus palabras: esta simple criada estaba insinuando que Daphne era tan incompetente que ni siquiera podía recordar el camino a su antigua habitación.
—La orden vino de la Princesa Drusila, Rey Atticus —la criada respondió con calma—. Ella conoce a su hermana mejor que nadie, sólo tiene en mente su comodidad.
Daphne no pudo evitar el resoplido que se escapó de sus labios. La criada la miró enfadada, maldiciéndola muda con sus ojos. ¿Cómo se atrevía esta inútil princesa a burlarse de los amables esfuerzos de la Princesa Drusila?