"¿Ah, sí? ¿Te importaría contarme más sobre ellos? —preguntó Atticus. Su tono era casual, pero Drusilla sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral.
A pesar de que aún era un día soleado, Drusilla pensó que había presenciado la muerte en el oro de los ojos de Atticus. Todo lo demás en el mundo parecía como si estuviera envuelto en la negrura absoluta, y no se le ofrecía ninguna luz de salvación.
—¿Podrían ser los mismos rumores que se extendieron hace poco? —continuó preguntando agradablemente, inclinando la cabeza hacia un lado, como un pájaro curioso observando a un gusano interesante.
Drusilla tragó saliva, sus piernas temblaban de miedo. ¡De alguna manera esto era más aterrador que enfrentarse a las flechas gemelas de su hermano!