—Entonces… ¿Cómo es que el Rey Atticus obtuvo algo tan valioso? Hermana Daphne, ¿no debería estar esto con el Padre y la Madre para empezar? ¡El Rey Atticus ni siquiera es de Reaweth! —protestó Drusilla, sintiendo otra debilidad a la que podría golpear.
—Ella jadeó, como si hubiera pensado en algo escandaloso.
—¿Lo robó del Tesoro Real? ¿Qué opinas, Princesa Cordelia? —preguntó.
—¿Cómo saberlo yo? Acabo de llegar aquí —Cordelia frunció el ceño a Drusilla, apartando la mano de Daphne de su agarre como si la ignorancia de Daphne fuera contagiosa.
Ella dejó salir un orgulloso resoplido y volvió a sentarse, pero aún así logró hacer parecer que miraba con desprecio a Drusilla. Daphne estaba irritada, pero levemente impresionada por la pura autoridad que exudaba Cordelia.
—Deberías pedirle a tus propios padres que cuiden mejor sus pertenencias. Oh espera, técnicamente tu hermana es la que debería estar pidiendo ya que la reina no es tu verdadera madre —continuó Cordelia.