La siguiente mañana, Arlan se despertó para encontrar a Oriana durmiendo plácidamente a su lado. La suave luz del sol matutino iluminaba su delicada piel, semejante a una pluma, y él se encontraba hipnotizado por su tranquila forma. Por más que la mirara, nunca era suficiente, lo que le hacía preguntarse una vez más cómo podía amarla tan profundamente. ¿Qué hechizo le había lanzado o si él mismo deseaba ser encantado por su propia voluntad?
Recorrió con la parte trasera de sus dedos suave y gentilmente la mejilla de ella, los recuerdos de la noche anterior inundando su mente. Ella realmente lo había sorprendido tomando control audazmente, su hermoso rostro lleno de lujuria, su delicada forma moviéndose sobre él, ofreciéndole lo mejor de sí misma. Recordó sus manos y boca recorriéndolo, y la forma en que no dudó en darle placer.
Su corazón dio un vuelco al recordarlo, luego comenzó a latir descontroladamente dentro de su caja torácica.