Tracy Swift estaba llena de indignación. Era una dama noble de la Ciudad Imperial y había crecido en medio de las alabanzas de todos. A la edad de seis años ya era competente en música, ajedrez, caligrafía y pintura. Desde el principio, había sido la medallista de oro. Era una mujer elegante y bien comportada, a quien todos consideraban perfecta. Sin embargo, desde que conoció a Xaviera Evans, las cosas se habían torcido. Xaviera la había superado y ella no había podido recuperar su impulso. ¿Por qué?
—¡Xaviera, lo has arruinado todo! Debería haber sido la presencia más deslumbrante. Todo es por tu culpa, tú...
¡Zas!
—Xaviera levantó la mano y abofeteó con fuerza a Tracy, interrumpiéndola. Luego la miró fríamente—. ¡Eres demasiado ruidosa!
—¡Ah! ¿Tú... me pegaste?
—Tracy, ya te he advertido antes. Mi paciencia tiene límites. Puedo tolerarte una o dos veces, pero no te pases —Xaviera acarició suavemente la pintura con sus delgados dedos, declarando heladamente: