—Steve Price parecía tenso —preguntó cautelosamente—. CEO, tú y tu esposa anoche...
—Caleb Mamet sonrió levemente:
—Sí, ese vestido fue un regalo tuyo.
Al ver la sonrisa del hombre, Steve Price sintió escalofríos, temblando de miedo —CEO, hice todo esto para tu propio bien. Considera mi lealtad, por favor, déjame ir esta vez...
—Tienes buen gusto —no te descontaré el salario —Caleb Mamet levantó una ceja—, sus ojos llenos de diversión.
—Steve Price:
...
—¿No lo descontaba? Parecía que el CEO estaba muy satisfecho con su regalo.
Al escuchar esto, Steve Price suspiró de alivio, su boca se le adelantó, emocionado —CEO, me alegra que te guste, pero es inútil si te gusta. Tu esposa está muy insatisfecha con tus habilidades, ¡y es una vergüenza sobre la ropa de dormir que preparé!
...
El ambiente se puso incómodo de repente.
Los ojos de Caleb Mamet estaban llenos de peligro.