—Sin embargo, el hecho es que tus pensamientos son erróneos, después de todo, la persona que está aquí parada soy yo.
Xaviera Evans levantó su mano y señaló hacia sí misma:
—Mira bien, esta cara, es tu verdadera anfitriona, la que puede decidir si puedes o no trabajar aquí.
La criada se rió:
—¿Decidir si podemos trabajar aquí? ¿Realmente te consideras tan importante? Hemos estado trabajando aquí durante dos o tres años, y ¿crees que puedes echarnos con solo una palabra? ¡Qué broma!
—¿Una broma?
Una voz masculina profunda e indiferente sonó en la puerta.
Caleb Mamet no esperaba ser testigo de tal escena al regresar. Su fría mirada barría a todos los presentes.
Las criadas se estremecieron, y la que acababa de hablar palideció, temblándole las piernas mientras balbuceaba una explicación:
—Señor, Señor Mamet, no es lo que usted escuchó... Estaba solo molesta un momento...
—¿Molesta un momento?
Caleb Mamet repitió tranquilamente las palabras de la criada: