Chapter 10 - 6.1

Usualmente Raguel tomaba algunas clases extras y desaparecía de la mansión por las tardes, sus actividades eran un misterio. Él era el único de los 5 candidatos qué salía constantemente y al no deberle explicaciones a nadie, contrastaba con el meticuloso comportamiento de Lucrecia, Delilah consideraba a esos dos una molestia similar aún si eran tan diferentes. 

Esa noche había avanzado mucho con los preparativos para la gran fiesta, el mérito fue su deseo por evitar pensar sobre los días pasados y terminó dentro de la biblioteca pretendiendo descansar de alguna forma. La sala tenía unas enormes ventas por donde se podía ver el cielo oscuro sin estrellas, incluso pequeñas gotas de agua resbalaban en los cristales como si hubiera estado lloviendo fuera. 

Ella se dedicó a caminar a su alrededor porque no era un lugar al que viniera con frecuencia. La cantidad de libros era interminable a la vista, los estantes largos se perdían en la profundidad del lugar y terminó por seleccionar algo al azar para dejar caer su cuerpo sobre los sillones acolchonados. 

Con el sonido de la lluvia y el ambiente silencioso no pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo comenzara a sentirse somnoliento y se habría quedado profundamente dormida, si el admirable hijo de los barones Asselin no hubiera creado tal corriente de aire cuando abría la puerta de la biblioteca. 

—Finalmente te encontré. 

Su entrada fue impresionante, digna de un hombre con sangre noble, su figura proyectaba una sobresaliente sombra siendo tan alto y aristocrático. En cuanto estuvo cerca de Delilah tomó un lugar cercano a ella, incapaz de alejar su atención del libro con el que pretendía fingir desinterés sobre su alrededor. 

—Aquí no hay nada interesante. 

La voz de la joven sonó aburrida, pero cerró el libro para prestarle entera atención, aun si tuvo el presentimiento de que el hombre tan directo hablaría sobre cosas que no deseaba escuchar. 

Raguel suspiró y recargó su espalda sobre el cómodo sofá, ahora no sabía por dónde comenzar. 

—Siempre he tenido curiosidad por saber lo que sucedió con la prometida de Caín. 

La expresión tranquila de Delilah desaparición en un solo segundo. 

—Caín era el heredero del condado Salieri, ¿no crees que es algo que no tiene ningún sentido? renunciar a todo por una mujer. Aunque mi padre es el barón Asselín y los padres de Lucrecia son los vizcondes Reines, nadie en nuestras familias puede tomar el título por herencia. Yo soy simplemente el hijo del barón, pero Caín es diferente. 

Lo que Raguel dijo no era un secreto, era algo que todos en Kevland sabían perfectamente, pero siempre resultaba difícil creer que el prodigioso heredero no era tan inteligente como se presumía. 

—Aún destituido ese hombre está tan lleno de sí mismo, incluso ha conseguido la atención de la nieta del duque. El conde Salieri podría reconsiderar a su primogénito si consigue un compromiso con Eilith. ¿Realmente quiere rechazar a esa mujer? ¿por qué? 

Delilah se levantó de su asiento, ahora no tenía intenciones de pensar algo que la hacía sentir infeliz. 

—Creo que deberías preguntarle a Caín personalmente, yo no puedo saber lo que él está pensando. 

El castaño quiso detenerla, pero ella desapareció sin intención de escuchar una palabra más. Podría ser que se hubiera hecho una idea equivocada de lo que el castaño pretendía, su reacción fue un poco inesperada, aún si parecía no estar interesada, lució como alguien que estaba huyendo, pero si creyó que el asunto terminaría ahí por una actitud renuente, era una chica ingenua. 

Los siguientes dos días fue silenciosa como de costumbre, apenas terminaba sus comidas se dirigía a la cocina con el pretexto de los preparativos para la fiesta, pero al final del día terminaba yendo a la biblioteca. Raguel no interfirió hasta el tercer día, porque creyó que, si la dejaba sola, dormiría en ese lugar como si no tuviera una habitación a la cual regresar. 

Durante la noche de ese día, el imbatible joven Asselin apareció en la biblioteca acompañado de una de las encargadas de la cocina, una joven a quien Delilah conocía perfectamente, en realidad, ella tenía una buena relación con la mayoría del personal de la mansión, Raguel lo notó mientras la observaba de cerca, incluso se atrevió a asegurar que, si el aparecía con esa chica, Delilah no abandonaría la biblioteca y tampoco rechazaría cenar con él, y desde luego, no se equivocó. 

—Parece ser que he sido malinterpretado, he sido atrevido. Delilah, quiero disculparme. 

El astuto Raguel se sentó a su lado cuando la joven aceptó la taza de té que la dama le ofreció, la atmósfera se sintió ligeramente rara, pero ella mantuvo su lugar y se limitó a agradecer. 

—Ordené este pastel especialmente para ti, espero que te guste. 

La dama acomodó el colorido postre sobre la mesa de centro obedeciendo a las órdenes de Raguel y cortó una rebanada pequeña para entregarla a Delilah, luego sirvió otra taza de té para el joven Asselin y entonces se despidió educadamente. En tal situación, ella no se atrevería a dejar las cosas sobre la mesa y escaparse como lo hizo la última vez. Además, hacia tanto tiempo que no probaba esa clase de postres, sería un auténtico desperdicio si fingía no tener apetito. 

Delilah miró directamente al joven castaño y él le sonrió tranquilamente, entonces se inclinó hacia ella para tocar su rostro al mismo tiempo en que sus sínicos ojos verdes se clavaban en la entrada de la biblioteca donde una entrometida, espiaba entre las paredes. 

Lucrecia poseía grandes virtudes, pero la discreción se alejaba mucho de su naturaleza. Fue tarde cuando dio un paso atrás para alejarse, sin ninguna duda, la provocación del joven Asselín dio en el blanco. 

En cuanto la sombra de la princesa Reines desapareció, Raguel respiró con tranquilidad y volvió a mirar a la joven que había entrado en una crisis ocasionada por el repentino acercamiento. Aunque no existió un significado en ello, claramente no fue la mejor forma de evitar ser interrumpido. 

—Lo siento. 

Delilah intentó ocultar la vergüenza bebiendo de la taza de té que sostenía en sus pequeñas manos. 

—No quiero molestarte otra vez. Discúlpame si he sacado conclusiones apresuradas sobre Caín. Esa noche escuché su conversación por casualidad. 

El humor de la chica había mejorado y comprendió que la última vez tuvo una reacción exagerada. Caín ya tenía una reputación bastante desastrosa ante las voces de la sociedad y ella no se atrevería a contribuir en tales habladurías. 

—Estoy seguro de que incluso tú te has preguntado la razón por la que fuimos elegidos.

Aunque Delilah y seguramente los otros 3 candidatos tenían las mismas dudas, no era un asunto que le quitara el sueño, sobre todo para ella que tenía clara la idea de que saldría de esa mansión de la misma manera en que entró. 

—Pienso que debe haber algo en particular sobre nosotros 5, es solo que nunca podría creer que, entre el prodigioso Caín y yo, existe algún tipo de similitud. 

Delilah se arrepintió de haber creído que las inquietudes de ese hombre eran absurdas, ciertamente las cosas no eran simples desde el principio y era completamente normal que él deseará saber lo que sucedía. 

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