Chapter 11 - 6.2

Los pasos de Lucrecia pretendieron ser ligeros y discretos cuando se alejaba de la biblioteca. Se sentía intranquila mientras subía las escaleras con las emociones agitadas, incluso cuando se encontró con la dama personal de Caín, su comportamiento resultó un poco irrazonable. 

Yara llevaba en sus manos la cena para su señor no tenía tiempo para preocuparse por una señorita que no se relacionaba directamente con la familia a la que servía, a pesar de su estatus, pero Lucrecia la miró fijamente antes de mover sus delineados labios carmín. 

—Yo lo llevaré. 

La hermosa joven de apariencia dura se acercó y le arrebató a Yara la bandeja de plata adelantándose un escalón y negándole así todo tipo de oposición al repentino impulso. Yara se quedó sin palabras limitada a mirar con respeto mientras la joven delicada caminaba hacia la habitación de su amo. 

Caín no esperaba ser visitado esa noche, y aún menos esperaba ver a Lucrecia ocupándose de las tareas de la servidumbre, eso era imposible de imaginar y en todo sentido difícil de contemplar. 

—No te vez muy bien, ¿has estado descansado adecuadamente? 

Al hijo del conde se le veía pálido y cansado dejando claro que estaba cruzando algún momento difícil, de todos modos, la recibió con un rostro solemne, tomando la bandeja de sus nobles manos permitiéndole el paso dentro de la habitación. 

—Siento las molestias, pronto regresaré a las clases. 

—Incluso los instructores saben que alguien como tú no necesita clases. Déjame ayudarte. 

Lo siguió hasta la mesa para acomodar la cena. Caín apenas podía reconocer a la doncella Reines, supuso que algo no era normal en su comportamiento cuando a causa de sus movimientos torpes, salpicó un poco de la salsa que adornaba el platillo principal y manchó la manga de su vestido blanco. 

—Lucrecia. 

Él pensó que limpiarla no surtiría efecto en una tela tan fina, pero él era el único preocupándose por tales cosas. Los pensamientos de la doncella pronto se exteriorizaron. 

—No es adecuado hablar sobre los asuntos de los demás ¿no es así? 

Los delgados y finos dedos de la chica se entrelazaron cuando empezó a hablar, estaba llena de nerviosismo hasta los pies y no creyó ser capaz de mantenerse quieta por mucho más tiempo. Llegó a ese lugar con la inofensiva intención de pedir un consejo nada más allá de eso. 

—Hay algo que me ha sorprendido recientemente. 

Caín era el mayor de los candidatos, su experiencia y conocimiento estaban al nivel de la marquesa Lathasha, pensó que seguramente su visión podría ayudarla a tranquilizarse un poco. 

—Delilah y Raguel de alguna forma, se han vuelto muy cercanos. 

La expresión en Caín no cambió a pesar de la conmoción que sus palabras le crearon internamente. Escuchar el nombre de Delilah fue suficiente pesar en su pecho, su rostro se tornó malhumorado y no se movió por un par de segundos. Creó un áspero silencio forzando a Lucrecia a explicarse con propiedad. 

La doncella Reines había estado observando a Raguel a escondidas, lo suficiente como para sentirse avergonzada, tener que exponer ese hecho para ser más exacta, fue ligeramente difícil de sobrellevar, la delicada muñeca no quería que Caín se hiciera una idea equivocada sobre ella. 

—¿Está bien tener encuentros secretos en la biblioteca? ¿Por qué a Raguel le gustan las chicas como Delilah? 

La extraña suposición de Lucrecia tuvo al fin un efecto visible en el pálido Caín; los días habían sido difíciles, la cabeza le dolía por la falta de sueño, había estado bastante depresivo, entonces las sensaciones que experimentó al escucharla lo arrastraron hacía otro horizonte. 

—Si es ese realmente el caso, francamente no sé qué decir. 

—Lo siento, he dicho algo absurdo. 

El hijo del conde movió la cabeza negando, las cosas se veían bastante extrañas, desvió su mirada hacia la puerta y comprendió que le sería difícil quedarse dentro de la habitación por mucho más tiempo. 

—Debería irme ya, realmente luces cansado. 

Caín suspiró profundamente, de alguna forma, impulsos desconocidos estaban ganando sobre su cuerpo entero. 

—Raguel tiene el hábito de provocarte, estoy seguro de que lo sabes bien. 

Esas no eran precisamente palabras que la consolaran, ni siquiera sabía porque estaba preocupándose por ese demonio y la niña arrogante, se sintió molesta y al mismo tiempo se tranquilizó. 

—Yara, acompaña a la señorita a su habitación. 

La dama de servició estaba lista desde que Lucrecia pretendió abandonar el lugar, no podía dejar de mirarla pues hasta ahora era consciente de la marca que la salsa de la cena dejó sobre la tela de su vestido. 

—Él es tan predecible... Lo siento, Caín no prestes atención. 

El reloj ya marcaba las 12 de la noche cuando ella finalmente se despidió. Caín experimentó un sentimiento de disgusto que era demasiado persistente y apenas las dos mujeres desaparecieron en el pasillo, caminó hacia las escaleras. 

La puerta de la biblioteca estaba abierta, por eso cuando cruzó la sala de la entrada, Delilah ni siquiera pudo pensar en quien podría aparecer a tales horas de la noche. 

El corazón de la joven latió con fuerza, se sentía como si hubiera transcurrido una eternidad desde la última vez que se reflejó en esos ojos distantes. 

—Es un poco tarde para estar leyendo esa clase de libros. 

—Escuché que estabas enfermo ¿te sientes mejor? 

—No lo sé. 

Él intentó responder con naturalidad y se sentó a su lado sobre el mismo sofá y dejó que su cuerpo cayera por sí solo en el cómodo respaldo. 

—¿Hay algo que te guste de ese libro? 

Era demasiado tarde para que ella le hablara sobre un libro que eligió al azar y que estaba pretendiendo leer sin poner atención. Aun así, su mirada se perdió en las páginas borrosas y en un intento por leer algo, su corazón latió inexplicablemente. Cuanto más intentaba concentrarse para comprender un solo párrafo, más imposible resultaba lograrlo. 

Repentinamente un suave roce sobre su mejilla la detuvo, el sedoso cabello negro de Caín acarició la piel de su rostro creando un contacto inesperado. 

Delilah creyó que se trataba de una broma, si es que estaba fingiendo quedarse dormido tras su tardía respuesta. 

Lo miró de nuevo porque estaba demasiado cerca de ella, tanto que, le resultó difícil respirar. El sofá era muy grande y no habría problema en dormir ahí un rato, sin embargo, el joven no despertó ni siquiera cuando ella se acomodó. 

El cuerpo completo de Caín terminó por recargarse sobre el suyo y su corazón se agitó de nuevo. Estuvo mirando el reloj por un largo rato, hasta qué ella misma comenzó a quedarse dormida. Algunas veces las noches eran frías y otras cálidas, a veces llovía y otras el viento soplaba con fuerza, está definitivamente era cálida y agradable, ningún ruido fue capaz de despertarlos.  

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