"Elías..." susurró Kael, dejando que el nombre se deslizara de sus labios como una plegaria. La palabra resonó en la pequeña cabaña, una melodía de añoranza perdida en el viento frío que soplaba desde las alturas de la montaña.
El eco del nombre reverberó en su mente como el giro de una llave en un candado olvidado. En un instante, los fragmentos desordenados de su pasado se alinearon con una precisión meticulosa, como las piezas de un rompecabezas finalmente encontrando sus encajes perdidos en el tiempo.
Recordó a un niño risueño, sus ojos centelleando con una curiosidad inextinguible y una sonrisa que iluminaba hasta los rincones más oscuros. Juntos habían explorado los bosques cercanos, construido cabañas en los árboles que se alzaban majestuosamente hacia el cielo y tejido sueños de aventuras épicas bajo la cálida luz del sol.
Elías había sido su amigo más cercano durante esos días inocentes y llenos de alegría. Sin embargo, todo eso parecía tan distante ahora, como si perteneciera a otra vida. En su voz y su tono, Kael notaba un matiz que transportaba una melancolía y nostalgia profunda.
Mientras tanto, la montaña se extendía ante los ojos de Elías como un gigante adormecido, una masa de tierra cubierta de árboles dispersos y rocas desgastadas por el tiempo. No había nada notable en ella, ninguna belleza escénica que atrajera la mirada de los viajeros, ni recursos valiosos que valieran la pena explotar. Era simplemente una montaña común, una parte más del paisaje natural que se perdía entre las muchas colinas y picos que se extendían por la tierra.
Mientras descendía por el empinado sendero, los insultos y desprecios de los intrusos reverberaban en su mente, pero el aire frío y cristalino de la montaña tenía un extraño poder calmante. La paz imperaba en esos bosques, y el único sonido que perturbaba el silencio era el suave crujir de las hojas secas bajo sus pies.
En el corazón de ese tranquilo escenario, surgió un pensamiento decidido en la mente de Elías.
"Debemos superar esto juntos", reflexionó con determinación. "Kael no merece este sufrimiento. No importa lo que haya sucedido en el pasado; él merece una oportunidad de recuperarse y encontrar la paz que le ha sido arrebatada."
Al llegar a la mitad de la montaña, se encontró con los suministros y medicinas que los enviados habían traído, esparcidos en el suelo como un festín improvisado para las criaturas del bosque. Las cajas destrozadas y las bolsas desgarradas ofrecían una imagen desoladora.
Sin embargo, Elías no permitió que esto lo desanimara. Se arremangó las mangas y se lanzó a la tarea de recoger las provisiones dispersas, consciente de la importancia vital de cada recurso en su situación.
A medida que se agachaba para recoger una bolsa de arroz que sorprendentemente no estaba rota, su nariz captó un olor desagradable que le hizo fruncir el ceño con disgusto. Al levantar la mirada, se dio cuenta de que los enviados, antes de retirarse, habían orinado dentro del contenedor de alimentos. El olor acre del líquido impregnaba los víveres, convirtiendo algo ya de por sí desagradable en algo completamente repugnante.
A pesar de la repulsión que sentía, Elías respiró hondo y se obligó a no retroceder.
"Somos más fuertes que esto," se recordó a sí mismo. "Kael necesita esto. Kael confía en mí."
Con determinación en sus ojos, recogió la bolsa de arroz y luego se acercó al contenedor, resistiendo el impulso de taparse la nariz. Cerró los ojos brevemente, tratando de bloquear el olor mientras metía las manos en el contenedor y comenzaba a recoger todo lo que estaba allí.
Cada artículo tocado por la orina era una afrenta a su dignidad, pero Elías se obligó a ver más allá de la indignidad del acto. Sabía que los enviados habían intentado humillarlo, pero no permitiría que su orgullo interfiriera con la supervivencia de Kael.
Con manos firmes y cuidadosas, recogió las latas de comida, las botellas de agua y los paquetes de medicina, ignorando el olor mientras lo hacía.
Finalmente, después de asegurarse de que todo estuviera recogido y limpio de la medida de lo posible, cerró el contenedor con determinación. A pesar del olor persistente, los suministros estaban intactos y, por ahora, eso era lo que importaba.
Elías ascendió la montaña, su espalda encorvada bajo el peso de los suministros que llevaba consigo. La furia y el disgusto bullían dentro de él como un torrente incontrolable. No lograba comprender por qué la "señorita" los había enviado para atormentar a Kael y, por ende, a él mismo.
"Tengo que mantenerme fuerte por él", murmuró consigo mismo, sus palabras resonando en la quietud de la montaña como un juramento sagrado. La imagen de su amigo agonizante estaba grabada profundamente en su mente, inyectando una urgencia renovada en su determinación. "No puedo permitir que la maldad de otros apague la chispa de esperanza en los ojos de Kael", se prometió a sí mismo, su voz firme y decidida.
Al regresar a la cabaña, encontró a Kael acostado en la cama, con el rostro aún contorsionado por el dolor. La pomada que le había aplicado había hecho que el sufrimiento de Kael fuera tolerable, al menos por el momento. A pesar de su agonía, los ojos cegados de Kael brillaban con una lucidez renovada. Había comenzado a recordar.
En las profundidades de su memoria, Kael encontró un recuerdo que brillaba con un amor intenso y un anhelo eterno. Era un día bañado por el sol, un cielo claro y azul extendiéndose infinitamente sobre él, y se encontraba junto a Allison, su pareja. Decidieron aventurarse en un paseo por el campo, alejándose del estruendo de la ciudad para abrazar la serenidad que solo la naturaleza podía ofrecer.
Bajo la caricia tibia del sol, sus rostros resplandecían mientras caminaban de la mano, compartiendo risas y secretos. En ese instante, el mundo parecía detenerse, y solo existían ellos dos, envueltos en una burbuja de amor y complicidad. Allison sonreía con dulzura, sus ojos albergaban un océano de sentimientos, reflejando el amor profundo que albergaba por Kael. Cada palabra compartida entre ellos resonaba con la promesa de un futuro juntos, una vida llena de amor y felicidad que se extendía ante ellos como un camino iluminado por el sol de la esperanza.
En el crepúsculo de esa tarde dorada, cuando el sol se sumergía en el horizonte y pintaba el cielo con tonos de naranja y rosa, Kael había reunido todo su valor para hacer la pregunta que cambiaría sus vidas para siempre. La quietud del mundo parecía sostener la respiración mientras esperaba la respuesta, y cuando Allison, con los ojos llenos de amor y sorpresa, había dicho sí, el universo entero se llenó de una alegría inefable.
Sin comprender aún la razón, el recuerdo inundó a Kael de una mezcla intensa de emociones: amor, pérdida y un dolor tan profundo que le cortaba el aliento. Las lágrimas brotaron en los ojos de Kael mientras revivía el sonido melodioso de la risa de Allison y la suavidad de su tacto en su mente.
Elías observó a su amigo con una mezcla de preocupación y esperanza. Se acercó a la cama con cautela, consciente de la fragilidad de Kael en ese momento.
"¿Cómo te sientes?" preguntó con voz suave, su mirada fija en los ojos de su amigo. La habitación estaba impregnada con un silencio expectante mientras esperaba la respuesta de Kael.
Kael tomó una respiración profunda, su pecho se elevaba y caía con el esfuerzo de cada inhalación. Sin embargo, a pesar del dolor que aún lo acosaba, su voz emergió firme y llena de determinación. "Mejor", respondió, su tono apenas un susurro, pero lleno de gratitud. "Esa pomada... ayudó. Y he estado recordando cosas, Elías. Cosas del pasado."
El corazón de Elías dio un vuelco ante las palabras de Kael. Había esperado este momento, aunque eso no hizo que fuera menos impactante. Cautamente, colocó una mano en el hombro de su amigo, ofreciendo un apoyo silencioso y comprensivo.
"Los recuerdos son buenos, Kael. Son señales de que tu mente está sanando", dijo con voz apacible, tratando de infundir confianza en su amigo. "Estoy aquí para ayudarte a recordar todo lo que puedas necesitar. No estás solo en esto."
Kael dejó escapar un suspiro y una sonrisa nostálgica cruzo su rostro.
"Elías," comenzó, su voz temblorosa por la emoción que lo embargaba, "¿recuerdas aquel verano cuando construimos una cabaña en los árboles?" Sus palabras fluyeron con una mezcla de melancolía y alegría. "Fue un tiempo increíble, ¿verdad? Nos sentíamos invencibles, como si pudiéramos conquistar el mundo juntos."
Elías asintió, su propio rostro iluminado por la alegría de ese recuerdo compartido. "Sí, Kael. Fueron días felices. Y esos días pueden volver, lo sé. Estoy aquí para ayudarte a recuperar esos momentos, para que podamos volver a ser invencibles juntos."
El tiempo parecía ralentizarse en la pequeña cabaña, con un silencio que pesaba en el aire. Kael sentía un nudo en el estómago, una mezcla de miedo y anhelo que lo impulsaba a formular la pregunta que lo atormentaba desde que había recobrado algo de claridad: "Elías... ¿qué pasó con Allison?"
Las palabras resonaron en la habitación, llenando el espacio con su peso emocional. Elías frunció el ceño ligeramente, como si estuviera tratando de recordar algo que se le escapaba. En su mente, pasaron rápidamente los rostros y los nombres de las personas que había conocido a lo largo de los años, pero ninguno coincidía con el nombre de Allison.
"Kael..." comenzó Elías con voz suave, eligiendo sus palabras cuidadosamente, "no puedo recordar a una Allison en tu vida o en la mía. Tal vez sea alguien que conociste después de que nos separáramos... o tal vez mi memoria está fallando. No lo sé."
Las palabras de Kael se deslizaron de sus labios como una confesión, cargadas de emoción y memoria. "Allison...", murmuró, su garganta apretada por la intensidad del recuerdo, "ella es mi prometida."
La habitación parecía tensarse con sus palabras. Elías, que había estado cuidando de Kael con tanta dedicación, se quedó en silencio por un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Kael pudo sentir la tensión en el aire mientras Elías procesaba la revelación.
"Kael..." Elías comenzó con voz suave y su mirada llena de empatía, "es comprensible que quieras saber. Tu prometida... ella..." Elías vaciló por un momento, sus ojos buscando respuestas en el techo de la cabaña, como si el pasado estuviera escrito en las sombras que los rodeaban.
El corazón de Kael latía con fuerza en su pecho. Sentía una extraña mezcla de esperanza y temor. Esperanza de que tal vez, solo tal vez, las noticias fueran buenas. Pero también tenía miedo de la verdad, temía enfrentar la realidad de lo que había sucedido mientras él estaba postrado y sin conocimiento en esa cama.