Chapter 9 - LOS CUATRO REINOS

Una vez en la introducción Ondín quedó encantada de leer que los cuatro reinos se dividían en las cortes oscuras y las luminosas. Las primeras formadas por el invierno y el otoño, de modo que su reino y el de primavera constituían las sociedades más benévolas de la dimensión mágica. 

El país de primavera se ubicaba hacia el sureste y era relativamente neutral manteniéndose históricamente al margen de todo conflicto, sin embargo, habían tenido algunos altercados con el país de otoño. Las hadas de primavera eran famosas por la belleza de su canto y de su magia. Las hembras eran notables por tener sus cabellos llenos de brotes de flores como una extensión más de su ser. Ondín dejó correr su imaginación tratando de proyectar en su mente semejante novedad, ellas deberían ser muy encantadoras. ¡Cómo le gustaría encontrarse con alguna! Entusiasmada siguió con la lectura mientras sentía a su corazón palpitar acelerado en su pecho, estaba demasiado emocionada. El texto continuaba relatando cómo la urbe principal de las hadas de primavera era la más hermosa de todas: La Ciudad Multicolor. Se aseguraba que era algo magnífico para los ojos y se afirmaba que estaba llena de joyas y minerales preciosos y que tenía muchos ríos de aguas de variados colores y decenas de puentes. Mientras Ondín se preguntaba qué era un puente pasó la página y entonces se encontró maravillada con un dibujo a todo color que se llevaba las dos hojas completas. ¡Y Oh! ¡Qué maravilloso era realmente! Su mandíbula cayó, los ojos se le desorbitaron y Ondín tragó en seco. Ella pasó sus dedos suavemente sobre el pergamino como si quisiera tocar las casas o lo que sin dudas era el palacio y la plaza y sus increíbles estatuas y los caminos que se alzaban pintorescos y con gracia sobre los ríos. Y entonces estaban las flores, bueno, ellos en verano tenían flores, pero no tantas como manifestaba la pintura. Crecían donde quiera: en los caminos, en las casas, en la plaza, sobre las esculturas, en los tejados y flotando en las aguas de los ríos. Ella estuvo casi una hora absorbiendo cada detalle del dibujo.

Antes de pasar la próxima página Ondín cambió de posición en la cama sentándose y acomodando el libro sobre un pequeño banco que tenía especialmente para esa función. Si volvía a demorase tanto con otro esbozo no le alcanzaría la noche para terminar el texto de modo que se prometió apresurarse más. Debía devolver el volumen antes del alba pues no quería arriesgarse a que se notara su ausencia. Ella se consoló con la convicción de que no debía haber otro dibujo tan maravilloso como aquel y en ese momento casi vuelve atrás para poder examinarlo nuevamente.

Mordiéndose un labio Ondín logró continuar leyendo el libro. Ahora correspondía una breve descripción del reino de invierno el más poderoso de los cuatro y el más peligroso según afirmaba el libro. Su capital, al norte de la dimensión mágica, era conocida como La Ciudad Diáfana y la describían como un espectáculo digno de alabanza: toda de hielo y cristales. Por su parte las hadas de invierno se distinguían por sus aptitudes para la guerra. Incluso, por muy inverosímil que le pareciera a Ondín, las hembras conocían el arte de la espada. Los habitantes de invierno eran considerados un pueblo muy fuerte y cruel. 

Era muy fácil reconocer una de aquellas hadas por sus cabellos plateados y la frialdad de su piel. Su magia también era fuerte y sobre todo ofensiva y temida por muchos. Al contrario del país de primavera, sus soberanos no eran asistidos por un consejo, sino que constituían el pilar de la casta y se les conocía por su inteligencia y astucia. En esencia eran, junto al reino de verano, los más poderosos en cuanto a capacidades de lucha y fuerza militar. Al pasar la página Ondín se encontró con un increíble, extraño y exótico paisaje que oscilaba entre el blanco de la nieve y el azul del hielo. Las casas tenían forma de grandes domos y el palacio era todo torres y cúpulas de cristal y murallas de puro hielo.

Ondín pasó la página y después de bostezar vio que le tocaba el turno al reino de otoño. Lo describían como el menos pintoresco y menos conocido de todos. Era un pueblo casi bárbaro y muy famoso por su carácter volátil. El cabello de estas hadas cambiaba de tonalidad según su estado de ánimo; así que se conocía que el blanco era la armonía, el negro significaba el dolor, rojo para el enojo, gris para la tristeza, azul para la alegría entre otros. En esta parte Ondín se sorprendió con tal descubrimiento y se imaginó como un hada de otoño, ¿sería muy vergonzoso que todos supieran tu estado de ánimo no? Su ciudad era conocida por el nombre de La Ciudad de Arena. Estas hadas vivían en una zona casi desierta, sus pieles estaban tostadas por el sol y gustaban mucho de usar adornos y accesorios en su cuerpo y de la música y el baile. Asimismo, también eran famosas por su fuerza bruta y la potencia de su magia. Eran temidos por los pocos conocimientos que de ellos se tenían y porque sus tierras, localizadas muy al sur, colindaban en una gran extensión con Tierra de Nadie: el territorio más peligroso de la dimensión mágica, hogar de bestias y criminales. 

- Tierra de Nadie… - Susurró Ondín como si temiese pronunciar las palabras más alto. Ella nunca, nunca había escuchado de aquel lugar, así como de otras tantas cosas que había leído hasta ahora. Ahora bien, por qué tenían que ocultar los sabios y sus reyes todos aquellos conocimientos del pueblo ¿Cuál podría ser la razón?

Al pasar la página se encontró con unas extrañas moradas en un raro y poco atractivo paisaje todo pardo. Las residencias y el palacio se distribuían alrededor de un estanque de agua donde se concentraba la escasa vegetación del lugar. Haciendo un puchero con la boca Ondín pensó que tenía su encanto; la forma de las casas era muy bonita con unas cúpulas blancas muy elegantes y tenían unas novedosas plantas que abundaban en las calles. 

Finalmente, como ya sabía, el país de verano se situaba hacia el oriente por donde emergía eternamente el camino del astro dorado. Tenía su capital: La Ciudad Fulgurante, en una meseta a orillas de una gran depresión inundada de agua conocida como El Gran Espejo. Las casas familiares formadas con el tronco de árboles a base de magia y el impresionante palacio también todo de madera, corteza y hojas. Como bien sabía Ondín su estirpe se distinguía por su pasión por el baile y la música creada a partir de instrumentos. El libro continuaba explicando que eran hadas que resplandecían con un leve fulgor, cosa que las distinguía de cualquier otra. Además, las hembras tenían un par de etéreas alas en la parte baja de la espalda. Eran las únicas con tal característica en Los Cuatro reinos; sin embargo: no les servían para volar. Todas las hadas de verano eran fácilmente distinguibles por el rubio de sus cabellos y el tono dorado de su piel y ojos. Las hijas del sol, como las llamaban algunos, tenían todas sin excepción aquellas resplandecientes características. El libro continuaba diciendo que los machos se destacaban por su ferocidad y su fuerza para el combate mientras que las hembras eran muy delicadas…

- Bla, bla, bla…- Soltó Ondín de repente malhumorada. Sí, eran unas completas inútiles; quizás los hombres en su educación especial obtenían un poco de conocimiento del mundo mientras ellas permanecían totalmente ignorantes.

Y bastante furiosa, Ondín pasó rápidamente las páginas con la pintura de su ciudad. Entonces comenzó con el primer capítulo del tomo. Trataba sobre el país de verano y viéndolo Ondín estuvo tentada a saltarlo, pero terminó por decidirse a leerlo por una conjetura de que con ello sin dudas aprendería algo nuevo. Sin embargo, en el momento en que abrió el capítulo se sorprendió sobremanera cuando de sus páginas salieron pequeños, cálidos rayos de sol y alegre música. El sonido inundó su habitación y con un movimiento enérgico Ondín cerró el libro provocando un ruido seco. Acto seguido, con el corazón latiéndole como un loco dio unos pasos hacia las ventanas abiertas y tras echar un vistazo, las cerró con cautela. 

Bueno, dejaría este capítulo para más tarde, cuando todos los convidados estuvieran lo suficientemente atontados por el vino. 

Entonces tanteando encontró la sección de las hadas de invierno. Un aire bastante frío salía de las páginas y ella comenzó a leer. 

Para cuando terminó el contenido del invierno Ondín tenía los dedos medio congelados e insensibles, pero sobre todo estaba aterrorizada de las usanzas de las hadas de invierno: eran bastante siniestras. Por ejemplo: para elegir el príncipe heredero, de haber varios en la línea de sucesión, se efectuaba un torneo en el que cada perdedor podría morir si así lo deseaba el que saliera victorioso pues no había honor en la derrota. Estas hadas se dirigían por un rígido y crudo código de dignidad, supuestamente. Para Ondín resultó sólo desmedidamente cruel. Por otra parte, los soberanos de aquel reino siempre habían tenido grandes ansias de conquista así que había registros históricos de una invasión al país de otoño. La gesta había fracasado y en su derrota, antes de la retirada Invierno acabó acusando a las hadas del viento, una casta vasalla, de traición y complot con el enemigo. No había mucho de las hadas del viento en el capítulo, pero se decía que eran como nada visto nunca antes que tenían alas como de pájaro para volar velozmente; de hecho, sus alas eran consideradas un arma mortal. 

Ondín resopló, estaba además todo el asunto de la caza salvaje que realmente logró aterrorizarla, así como el gusto de las hadas de invierno por raptar hadas de luz para robar sus tres deseos; el acto incluso era recompensado por los fríos soberanos. También se mencionaba algo cerca del robo de niños y jóvenes atractivos y talentosos en el mundo del hombre. En esta parte Ondín se preguntó qué sería el mundo del hombre, pero no se mencionaba nada más acerca de ello; de modo que se prometió investigar acerca del tema en próximas incursiones. 

Cuando terminó aquel capítulo, Ondín tenía sus dedos ateridos. A pesar de encontrarse con datos interesantes, la lectura acerca de las hadas de invierno le había dejado una sensación de pesadumbre, de modo que se propuso a compensarlo con la lectura de la sección de las hadas de primavera. 

Mientras hacía soplar su aliento tibio sobre los dedos de una mano, Ondín abrió la sección de primavera. Por supuesto salieron flores y estallaron colores por toda la habitación y ella escuchó las voces más sublimes entonando gloriosas canciones. Qué maravilloso le resultó el reino de primavera, aunque se asegurase que históricamente los reyes fueran marionetas del consejo del país. Era un gran reino pese a que su magia fuese por lo general débil y no tuvieran grandes aptitudes para la lucha. Sin embargo, las regiones boscosas que rodeaban su territorio eran muy peligrosas, habiendo toda especie de plantas y criaturas agresivas y mortíferas. Se afirmaba que aun los más hábiles guerreros se cuidaban de la foresta y que muchos la temían. Ondín se prometió nunca pisar aquella región y al instante, dándose cuenta de lo que estaba pensando, estalló en carcajadas. Ella ahogó su risa con un triste suspiro, cómo osaba siquiera pensar en salir alguna vez del país del verano. 

Ondín estaba bostezando cuando abrió la parte del otoño. Aquella no tenía mucho contenido y cuando comenzaron a salir hojas marchitas y una especie de polvillo se desalentó bastante. El texto, tras una breve descripción de aquellas tierras inhóspitas, aseguraba que las hadas de otoño poseían un secreto respecto a su magia de invocación que era muy temido. Por otra parte, describía a sus reyes como apasionados y celosos del cuidado de su pueblo. Esto le pareció realmente bueno a

Ondín, que se detuvo a meditar un momento en su lectura. El texto continuaba asegurando que aquellas hadas gustaban de explorar y visitar otros países. Después de algunos altercados menores y tras el intento de invasión del país de invierno, habían tratado de establecer acuerdos de paz e intercambio con los demás reinos. Esta parte interesó mucho a Ondín, pero no se comentaba mucho más al respecto. Se resaltaba una y otra vez el carácter explosivo de aquellas hadas; era muy fácil hacerlas enojar y experimentar su furia era peligroso y nocivo.

Entonces le tocó el turno al capítulo del verano y otra vez la luz y el calor brotaron del tomo y una música festiva se dejó escuchar. Ondín presumió que se trataba el sonido de un arpa. 

Su reino era hermoso no podía negarlo; era un pueblo orgulloso y enérgico. ¡Y Oh! Habían tratado de invadir al país de primavera. ¡Qué horrible! Ondín hizo un alto nuevamente en su lectura excitada y algo decepcionada. Hacía ya más de cincuenta años de aquellos acontecimientos, pero ni modo: reprobaba profundamente tal acción. Una vez picada su curiosidad, se aclaró los ojos y evitó un bostezo. Era seguro que los ocupantes del trono en aquel tiempo eran los soberanos actuales. ¿Habrían participado Arat y Tara? No se hablaba mucho más. ¿Y cómo se habían defendido las prácticamente indefensas hadas de primavera? Más adelante lo decía: habían pedido ayuda al reino de invierno. 

- ¡Oh…!

Ondín se apresuró en leer más.

Invierno había aceptado, pero a cambio el país de primavera les quedaría debiendo un favor. De este modo la corte de invierno envió a sus mejores campeones y a numerosas criaturas de su corte. Incluso algunos miembros de la Caza Salvaje habían sido vistos en la contienda; sin embargo, estos últimos atacaban a cada bando sin hacer diferencias entre uno y otro. Con la sola mención de la Caza, Ondín se estremeció. 

Entonces pasó a lecturas más agradables donde se hablaba de la grandeza y fortaleza de los reyes y príncipes de Verano y de los linajes más fuertes. Y de sus casas construidas de árboles con potente magia de la tierra. Y el palacio no era una excepción. Se afirmaba que la gran construcción estaba viva. 

- Un momento - Ondín se detuvo intrigada - ¿Viva?

Curiosa hasta los huesos ella prosiguió leyendo y para su horror descubrió que el palacio de la corte de verano era considerado una gran protección porque detectaba cualquier irrupción de extraños, así que el mismo palacio podía alertar sobre cualquier especie de allanamiento, incluso mágica. De modo que era muy fácil para las lechuzas gigantes, las guardianas y cabalgaduras de los guerreros del verano, salir en pos del trasgresor. 

- No…

Ondín se horrorizó, ella sabía muy bien que las lechuzas gigantes poseían una magia muy fuerte y que ellas elegían a su jinete según su fuerza. ¿Y si un jinete y su lechuza estaban a su caza ahora? Después de todo entrar a la biblioteca real y a su sección prohibida era un delito grave ¡y más si se trataba de una mujer!

- ¡¿Qué… qué debo hacer?… Por el dorado sol ¿Qué hago ahora?!