Día 1
El despertador suena, sacándome de un sueño intranquilo. Otra vez amanecí abrazando una almohada, buscando un cuerpo ausente. Suspiro con amargura mientras me preparo para un nuevo día monótono.
En el subterráneo repleto de extraños, no puedo evitar contemplar las parejas que viajan juntas, compartiendo auriculares, susurrándose secretos. Una melancolía honda me invade.
Llego a la oficina gris, me siento en el escritorio gris, inicio el trabajo gris. Nadie nota mi presencia. Las horas pasan lentas, tediosas, mientras fantaseo con escapar de esta rutina sin alma.
Al salir del trabajo caminando bajo la llovizna, las luces de los restaurantes me muestran grupos de amigos, familias riendo. Una punzada de soledad me oprime el pecho. Llego a mi apartamento vacío, me preparo una cena solitaria. No hay nadie esperándome.
En la cama, miro hacia el lado desocupado, imaginando compañía. El vacío persiste. Cierro los ojos y sueño con un rostro sin nombre que llene ese espacio.
Día 2
Otro despertar desolado abrazando la almohada. Los mismo sueños rotos, la misma desesperanza.
El día es una repetición del anterior. Oficina gris, trabajo monótono. Al salir, camino sin rumbo por calles atestadas donde todos parecen tener un lugar al cual llegar, menos yo.
Entro en un bar. La música y las charlas animadas me resultan ajenas. Bebo intentando acallar la soledad. Salgo del bar más vacío que antes.
Llego a mi apartamento en penumbras. Ni siquiera me molesto en encender la luz. ¿Para qué? No hay nadie esperándome. En la cama miro al lado vacío, anhelando compañía. Cierro los ojos y veo a alguien a mi lado... pero solo en mis sueños.
Día 3
Suena el despertador como cada mañana. La almohada sin abrazar está fría. Un nuevo día está por comenzar.
Hoy en la oficina decido escaparme temprano de la monotonía. Vago por la ciudad, buscando algo, aunque no sé el qué.
Camino por el parque, observando parejas reír bajo los árboles. La soledad es un peso en mi espalda. En un banco, una mujer mayor da migajas a las palomas. ¿Estará también sola?
Llego a un puente sobre el río y me detengo a contemplar el atardecer. El sol tiñe el agua de naranja, luego se hunde en el horizonte, dando paso a la noche estrellada. Una pareja abrazada comparte ese momento especial. ¿Podré tener eso algún día?
Regreso a casa con una leve esperanza. Preparo una cena decente para mí solo por primera vez en mucho tiempo. En la cama, miro el lado vacío y por primera vez no lo veo completamente desolado. Siento que pronto llegará quien lo ocupe. Cierro los ojos con una sonrisa y duermo soñando con un nuevo amanecer.
Día 4
Otro día gris camino al trabajo. Gotas de lluvia resbalan por mi impermeable.
Distraído en mis pensamientos, una joven tropieza y choca contra mí. Alcanzo a sostenerla antes de que caiga.
-Disculpe, soy tan distraída- dice avergonzada, acomodándose los lentes empañados.
-No se preocupe, estoy bien- le respondo amablemente.
Intercambiamos una mirada fugaz. Sus ojos cafés desprenden un brillo peculiar.
-Gracias por la ayuda- dice con una tímida sonrisa y retoma su camino apresurada bajo la llovizna.
Continúo hacia la oficina con la sensación de un breve momento de conexión humana.
El día transcurre como cualquier otro, pero por alguna razón me siento menos solo. Al volver a casa, preparo la cena con un poco más de ánimo.
Al acostarme, miro el lado vacío de la cama. Por un instante recuerdo ese encuentro fortuito en la lluvia. Fue solo un breve cruce de miradas, pero trajo un momento de calidez a este día gris.
Cierro los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, duermo con una leve sonrisa.