Tan pronto como Becky terminó de hablar, los sonidos de huesos rompiéndose llenaron el aire de nuevo, seguidos por un grito increíblemente aterrador que casi perforó el techo de la tienda de ropa.
El personal de la tienda y algunos clientes que miraban divertidos se asustaron y palidecieron después de escuchar el lastimero chillido.
Solo Becky no se dio cuenta de quién estaba gritando. En su rostro solo había emoción y una sonrisa cruel.
—¡Hahaha, escuchaste eso? Ese gigoló tuyo está gritando tan miserablemente que ya no suena humano. Debe estar sufriendo mucho, ¿eh? Jaja, ¡realmente se lo merece! Pero no te preocupes, Maddy, pronto será tu turno. ¡Acabarás en la misma situación que tu gigoló! —exclamó con malicia.
Inmediatamente después, los sonidos de huesos triturándose llenaron el aire otra vez. Pero esta vez, Mark no volvió a gritar porque ya se había desmayado del intenso dolor de sus extremidades aplastadas.