Chapter 20 - 20

El bullicio de Tokio llenaba las calles mientras Reese y Twinkie caminaban hacia el primer punto clave de su nuevo negocio: un bar en Shibuya. La ciudad nunca dormía, y la oportunidad de establecer una casa de apuestas clandestina en un lugar con tanto tráfico era perfecta. Sin embargo, Reese sabía que necesitaba hacer las cosas bien. No solo debía convencer al dueño del bar, sino asegurarse de que el negocio fuera seguro y rentable.

—Dime una cosa, Twinkie —dijo Reese mientras revisaba las notas en su teléfono—. ¿Qué tan bien conoces a este tipo?

—Lo suficiente para saber que le gusta el dinero fácil, pero no los problemas —respondió Twinkie con una sonrisa—. Si le garantizamos ganancias y le aseguramos que no habrá líos con la policía, nos dejará operar aquí sin problemas.

—Bien, entonces mantén la traducción precisa y haz que suene como si fuera la mejor oportunidad de su vida —dijo Reese antes de empujar la puerta del bar.

El interior del bar estaba lleno de humo y risas, con varios clientes disfrutando de bebidas y juegos de billar. Al fondo, en una mesa privada, estaba el dueño, un hombre de unos 50 años con un cigarro en la mano y una expresión seria. Se llamaba Kenji Tanaka y, según Twinkie, tenía cierta influencia en la zona.

Twinkie se adelantó para hacer las presentaciones.

—Kenji-san, este es Reese, un amigo de confianza de Han. Quiere hablar contigo sobre un negocio que podría hacerte ganar mucho dinero.

Kenji levantó la vista, observó a Reese de arriba abajo y asintió.

—Escucho —dijo en japonés, y Twinkie tradujo.

Reese se sentó con confianza y fue directo al punto.

—Quiero establecer una casa de apuestas aquí en tu bar. No será algo evidente, solo accesible para quienes sepan buscarlo. Vamos a manejar apuestas en carreras clandestinas y algunos otros eventos exclusivos. Tú solo tienes que darnos el espacio y garantizar que nadie haga preguntas equivocadas.

Twinkie tradujo palabra por palabra. Kenji exhaló el humo de su cigarro lentamente antes de responder.

—¿Y qué gano yo con esto? —preguntó con una ceja levantada.

Reese sonrió.

—Un porcentaje de cada apuesta. Tú solo te encargas de mantener el ambiente, y nosotros hacemos el resto. Sin riesgos, solo ganancias.

Kenji parecía pensativo. Dio una última calada a su cigarro antes de asentir lentamente.

—Si Han confía en ti, yo también lo haré. Pero si hay problemas, desapareces.

Reese extendió la mano con una sonrisa.

—No habrá problemas.

Kenji estrechó su mano, y con eso, el primer punto de apuestas estaba asegurado.

De camino al segundo punto, Twinkie no pudo evitar sonreír.

—Eres bueno en esto, Reese.

—Es cuestión de venderlo bien, amigo —respondió Reese—. Ahora vamos por el siguiente.

Con la primera casa de apuestas asegurada, Reese sabía que el siguiente paso era expandirse. No podía depender de un solo punto necesitaba al menos tres ubicaciones estratégicas antes de hacer ruido en la ciudad. Tokio era enorme, y si querían dominar las apuestas, tenían que asegurarse de que sus puntos estuvieran bien distribuidos.

Twinkie lo acompañaba mientras recorrían la ciudad en un Mazda que Han le había prestado. El motor ronroneaba con suavidad mientras Reese mantenía la vista en el tráfico y en los distritos que pasaban a su lado.

—¿Qué tenemos para los siguientes puntos? —preguntó Reese, sin apartar la vista del camino.

Twinkie, sentado en el asiento del copiloto, revisó un pequeño cuaderno donde había anotado información clave.

—Hay dos lugares que pueden funcionar —dijo Twinkie, hojeando las páginas—. Uno está en Akihabara, cerca de los clubes de juegos y las salas de arcade. La gente ahí ya apuesta en videojuegos y pachinkos, así que introducir las apuestas en carreras no será difícil.

—¿Y el otro? —preguntó Reese.

—Shibuya. Hay un grupo que maneja apuestas en peleas ilegales. No es muy grande, pero tienen la infraestructura. Si logramos un trato con ellos, podríamos usar su red para mover las apuestas en las carreras —explicó Twinkie.

Reese sonrió.

—Bien. Primero aseguramos Akihabara. Luego vemos qué tan razonables son los de Shibuya.

Puso la dirección en el GPS y aceleró hacia su próximo objetivo.

El distrito de Akihabara era un caos vibrante de luces de neón, anuncios de anime y multitudes de gente caminando entre tiendas de electrónica y arcades. Reese estacionó el Mazda en un callejón discreto y bajó con Twinkie.

—¿Quién es nuestro contacto aquí? —preguntó Reese mientras observaba a la multitud.

—Un tipo llamado ipo. Maneja un local de apuestas en videojuegos. Sabe cómo se mueven las apuestas en esta zona, pero todavía no ha incursionado en carreras o algo fuera de videojuegos —explicó Twinkie mientras lo guiaba a través de la calle.

Entraron a un pequeño establecimiento que, por fuera, parecía una tienda de reparaciones de consolas antiguas. En el interior, sin embargo, había una sala trasera donde varias personas estaban reunidas en torno a pantallas gigantes, apostando dinero en torneos de Street Fighter y Tekken.

ipo, un hombre de unos 30 años con cabello teñido de azul y gafas de gamer, los recibió con curiosidad.

—Twinkie, ¿quién es tu amigo? —preguntó, ajustándose las gafas.

—Reese. Viene de América y quiere hablar de negocios —respondió Twinkie.

Ipo los llevó a una oficina en la parte trasera y se sentó detrás de un escritorio desordenado. Reese tomó asiento frente a él.

—Voy a ser directo, ipo. Sabes cómo manejar apuestas, pero estás limitado al mundo de los videojuegos. Quiero que expandas tu operación a las carreras callejeras y eventos de paga —dijo Reese.

ipo levantó una ceja.

—¿Y por qué haría eso? Los videojuegos son una apuesta segura. No tengo que lidiar con policías o con bandas callejeras.

Reese sonrió.

—Porque en las carreras el dinero se mueve más rápido. Y con los corredores adecuados, las apuestas pueden superar cualquier torneo de videojuegos. No tienes que cambiar de rubro, solo ampliar tus opciones. Nosotros te proporcionamos la estructura, los corredores y la seguridad. Tú solo te encargas de manejar las apuestas como ya lo haces.

Kenji se quedó en silencio por un momento, considerando la oferta.

—¿Qué porcentaje estamos hablando? —preguntó finalmente.

—Sesenta para nosotros, cuarenta para ti. Es un trato justo, considerando que nosotros tomamos los riesgos más grandes —dijo Reese sin vacilar.

Kenji soltó una carcajada.

—Cincuenta y cincuenta, o no hay trato.

Reese sonrió y asintió.

—Hecho.

Kenji estrechó su mano, y el trato quedó sellado. Ahora tenían el segundo punto asegurado.

Shibuya era un distrito completamente diferente. Aunque era famoso por su cruce peatonal y su vida nocturna, en las sombras operaban pequeños grupos dedicados a las apuestas ilegales. El contacto aquí era un hombre llamado Hiro, quien dirigía un local donde la gente apostaba en peleas clandestinas.

Reese y Twinkie llegaron al lugar: un bar con un sótano donde las peleas ocurrían cada noche. El ambiente era tenso, con hombres robustos bebiendo y mirando las peleas desde los balcones.

—Esto es diferente —murmuró Reese mientras bajaban las escaleras.

—Sí. Aquí no serán tan amigables como Kenji —advirtió Twinkie.

Hiro, un hombre de cabello corto y una cicatriz en la mejilla, los recibió en una mesa apartada.

—Twinkie, no esperaba verte aquí. ¿Quién es tu amigo? —preguntó, tomando un trago de sake.

—Reese. Quiere hablar de negocios —respondió Twinkie.

Hiro observó a Reese con cautela.

—Habla —dijo finalmente.

Reese se inclinó hacia adelante.

—Quiero usar tu negocio como red de apuestas para mover carreras callejeras. Tienes los clientes, tienes la infraestructura. Yo tengo los corredores y las apuestas.

Hiro soltó una carcajada seca.

—¿Y por qué me convendría hacer eso? Aquí ya tengo un negocio estable. No veo por qué meterme en algo que podría traerme problemas con la policía o con DK.

Reese sabía que tenía que jugar bien sus cartas.

—Porque te ofreceré un incentivo extra —dijo con calma—. No solo te daré un porcentaje de las apuestas en carreras, sino que, a cambio, te proporcionaré acceso a clientes más exclusivos. Gente con dinero real, no solo los apostadores de peleas. Puedes hacer crecer tu red.

Hiro lo miró fijamente.

—¿Qué porcentaje estamos hablando?

—Setenta para nosotros, treinta para ti —respondió Reese.

Hiro se rió con incredulidad.

—Estás loco si crees que aceptaré eso.

Reese sonrió y se recostó en la silla.

—Bien. Setenta para nosotros, treinta para ti... pero te damos acceso exclusivo a ciertas carreras privadas donde la entrada sola cuesta miles de dólares. Los clientes ricos gastan sin pensar, y ahí es donde realmente harás dinero.

Hiro lo consideró por un momento. Luego asintió lentamente.

—Si me traes una de esas carreras privadas en un mes, acepto. Pero si me fallas, nos olvidamos del trato.

Reese sonrió y estrechó su mano.

—Trato hecho

Con Akihabara y Shibuya asegurados, Reese ya tenía tres puntos clave para su operación de apuestas. Ahora, el siguiente paso era probar que podían generar dinero de verdad.

Mientras conducían de vuelta, Twinkie lo miró con una mezcla de respeto y sorpresa.

—No pensé que lograrías convencer a Hiro tan rápido —dijo.

Reese sonrió.

—Los negocios son simples, Twinkie. Solo tienes que hacer que la otra persona sienta que está ganando más de lo que realmente gana ellos piensan que ellos ganarán una fortuna pero la fortuna que se llevarán ellos no será ni el 1% de lo que nosotros ganaremos en realidad.

Twinkie rió.

—Eres peligroso, Reese.

—Lo sé —respondió Reese, acelerando por las calles de Tokio.

Ahora solo faltaba una cosa: organizar una carrera privada de alto nivel. Pero para eso, necesitaban a Sean listo. Y eso significaba que Han tenía que acelerar su entrenamiento y yo necesitaba asegurar la estructura de apuestas.

Esa misma noche mientras Reese observaba la ciudad desde el balcón de su apartamento en Tokio. Desde allí, podía ver el resplandor de las luces de Shibuya y Akihabara, dos de los distritos donde había asegurado sus puntos de apuestas. El negocio estaba tomando forma, pero sabía que para expandirse de verdad necesitaban algo más: control absoluto del dinero y una plataforma que les permitiera operar sin problemas.

Encendió un cigarro y exhaló el humo con calma. Había muchas cosas en su cabeza, pero solo una solución clara.

—Necesitamos digitalizar las apuestas.

Twinkie, que estaba sentado en el sofá revisando su teléfono, levantó la vista.

—¿Digitalizar? ¿Cómo? —preguntó, curioso.

Reese se giró y se apoyó en la barandilla.

—No podemos depender de que la gente venga físicamente a cada punto de apuestas. Si queremos escalar esto de verdad, tenemos que llevarlo a la palma de sus manos. Una app, una página web, algo donde puedan apostar sin moverse. Y no solo eso, tenemos que controlar el flujo de dinero, evitar que la policía nos siga el rastro y asegurarnos de que nadie pueda hackearnos.

Twinkie frunció el ceño, pensativo.

—Eso suena complicado, viejo. No soy programador ni nada por el estilo.

—Por eso no lo harás tú —dijo Reese con una sonrisa—. Voy a llamar a mi hermano Malcolm. Él y sus amigos pueden hacer esto.

Twinkie dejó escapar un silbido.

—¿Tu hermano? ¿El genio?

—Ese mismo —respondió Reese mientras sacaba su teléfono.

Marcó el número de casa esperando que Malcolm contestara.

**Llamada con Malcolm**

––¿Bueno quien habla?

––hey hermanito soy reese

—¿Reese? ¿Por qué llamas? —preguntó Malcolm, sorprendido.

—Necesito tu ayuda, cerebro —dijo Reese sin rodeos.

—¿Mi ayuda? ¿Qué hiciste ahora?

—Nada ilegal… bueno, sí, pero no es nada que te afecte —dijo Reese con una risa—. Escucha, necesito que tú y los Krelboyne diseñen un sistema para manejar apuestas digitales y transferencias. Algo seguro, sin rastro, sin posibilidad de hackeo.

Malcolm se quedó en silencio unos segundos.

—¿Quieres que te ayude a crear un sistema ilegal de apuestas?

—Exactamente. Y antes de que empieces con tu discurso moral, escucha esto: si tú y los Krelboyne lo hacen, tendrán acceso a los mejores equipos que el dinero pueda comprar. Computadoras de última generación, servidores dedicados, procesadores cuánticos si los quieren. Lo que sea.

Hubo otro silencio. Reese sonrió, sabía que Malcolm estaba considerando la oferta.

—Necesitaré hablar con ellos —dijo Malcolm finalmente—. Si aceptamos, te daré una lista con lo que necesitamos.

—Hecho. Solo dímelo y lo tendrás en menos de una semana.

—Está bien. Te llamo en unas horas —dijo Malcolm antes de colgar.

Reese apagó la pantalla de su teléfono y miró a Twinkie con una sonrisa confiada.

—Y así es como digitalizamos el negocio.

Twinkie rió y negó con la cabeza.

—Eres un maldito genio, Reese.

––no amigo para genios mi hermano. —respondió Reese, exhalando el humo de su cigarro mientras miraba la ciudad.

Ahora solo faltaba que los Krelboyne aceptaran. Y conociéndolos, Reese sabía que la tecnología eran la mejor moneda de cambio.

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Algo para que tengan en cuenta tal vez parezca que estoy metiendo muchos detalles y etc pero para mi gusto prefiero una historia que explique de donde sale cada cosa o como funciona no me gusta cuando de la noche a la mañana ya tiene 50 millones en su cuenta por arte de magia.

Los siguientes capítulos estarán centrados en la creación del sistema y otros cosas saludos people 🤗🤗🤗

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