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Coca-Cola en el espacio y otras historias

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Synopsis
Just different stories about the wild and weird world we live in.
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Chapter 1 - Coca-Cola en el espacio (o la interminable, imposible, ingenua, ilógica, idiota, incorrecta, insensible, insultante, indignante, inmoral y eternamente insatisfactoria e insuficiente búsqueda de más)

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos para Coca-Cola®. En pleno año 2132 ya controlaba más del 99% del mercado global. Desde recién nacidos hasta adultos mayores en su lecho de muerte consumían tanta Coca-Cola® como les era posible. 

Era la causa y la solución de todos sus problemas.

Pero a pesar de esto la compañía estaba en una de las peores crisis que habían experimentado: por primera vez en los últimos 100 años sus utilidades anuales no habían incrementado con respecto al año anterior. En cada uno de estos años tan solo habían ganado la mísera cantidad de $1,909 billones de dólares (o sea $1,909,000,000,000). 

Ante esto, los ejecutivos de Coca-Cola® decidieron hacer una junta de emergencia tomando todas las medidas de austeridad posibles (en esta ocasión tendrían que conformarse con solo dos escorts y un becario para cada uno de ellos, y tendrían que limitarse a consumir solo cocaína o metanfetaminas durante la junta. No ambas. 

Nunca se habían sentido tan humillados).

Se reunieron en la sala de conferencias en el último piso de la torre Coca-Cola®, anteriormente conocida como la sede del Nuevo Orden Mundial, anteriormente conocida como la Nueva Torre de Babel, un edificio mucho más alto e innecesario que el Burj Khalifa. Era tan alto que era casi imposible ver el suelo (aunque ¿por qué les iba a importar lo que pasara allá abajo?)

Ellos prácticamente estaban más cerca del cielo que de la tierra misma.

—Y ¿ahora qué hacemos? —preguntó el CEO de la empresa. Él, como el resto de los ejecutivos, no era más que un manojo de carne, diabetes, anemia, piedras en los riñones, azúcar, aspartame (y posiblemente cáncer, esclerosis múltiple, lupus eritematoso, síndrome de la guerra del Golfo, tumores de cerebro, crisis de epilepsia y etcétera, esto según antiguos estudios, los cuales fueron inmediata e inminentemente cuestionados por el 99.999% de la comunidad científica, la cual estaba conformada por múltiples coaliciones, organizaciones, instituciones, universidades, grupos de expertos, consejos ciudadanos, think tanks y etcétera, cuyos fondos provenían mayormente de Coca-Cola®, pero este hecho es tan obviamente irrelevante que ninguno de estos grupos se tomó la molestia de reportarlo siquiera. De hecho, dichos grupos organizaron múltiples simposios globales, abiertamente patrocinados por auspiciados por Coca-Cola® con el nombre de "Aspartame: tan bueno para la salud que deberías consumir aún más").

—Podríamos subir los precios —dijo el director de Contabilidad.

—Si lo hacemos perderíamos un sector importante en el mercado —dijo el director de MKT—. Este sector es el de la clase baja y se conforma por el 99.99999% de la población.

—Entonces podemos entonces reducir costos—prosiguió el director de Contaduría.

—Ojalá, pero no veo cómo —dijo el director de Producción—. La Coca-Cola® que vendemos está extremadamente reducida en agua. Apenas y sabe a algo. Aún vendemos la Coca-Cola® tradicional, pero ese es un producto de lujo, ¿no? 

—Sí —respondió el director de Ventas—, pero prácticamente solo nosotros y los políticos las consumimos. Nadie más la ajusta.

—Y ¿si les bajamos el salario a los empleados? —preguntó el director de recursos humanos—. O ¿si convencemos al gobierno de quitar aún más medidas de seguridad?

—Con menos salario —respondió el director de MKT—, no les va a quedar dinero para comprar Coca-Cola®, y vamos a perder esos clientes. Y con menos medidas de seguridad van a morir más seguido en el trabajo, y ellos son clientes que vamos a perder.

—¿Pues en qué más se gastan su salario? —preguntó el director de Finanzas—. Deberían ser más responsables y gastárselo en las cosas importantes, como más Coca-Cola®. 

—Tienen que pagar su cuota mensual de renta y comida —respondió el director de Contabilidad.

—Pues que bajen esas cuotas, ¿no? —preguntó el director de Finanzas.

—No podemos bajarlas más—respondió el director de la inmobiliaria Coca-Cola®—. Los departamentos donde viven son prácticamente de cartón, y la comida que les damos es una Cajita Feliz® (Coca-Cola® compró McDonald's® en el año 2099). Si les damos menos se van a morir más rápido, y si mueren vamos a perder clientes.

—Entonces si mueren tanto, que los gobiernos hagan algo, ¿no? —preguntó indignado el de Recursos Humanos—. Que investiguen en mejores medicinas. 

—¡No! —gritó el director de Relaciones Públicas—. Si vuelven a invertir en ciencia, va a haber más y más activistas y científicos mentirosos que digan que todos los problemas de salud de la gente tienen que ver con toda la Coca-Cola® que consumen. Tanto trabajo que nos costó convencer a la gente de que la esperanza de vida de un adulto promedio es de 32 años y que la diabetes, la obesidad, el cáncer, los infartos, derrames cerebrales y demás no son enfermedades sino una condición normal de los seres humanos. Además, ya existen muchos doctores capaces, todos ellos egresados de la Universidad Coca-Cola®.

—Exacto —dijo el rector de la Universidad Coca-Cola®—. Gracias a nuestros estudios hemos comprobado que la Coca-Cola® es el producto más saludable en existencia, y que cualquier padecimiento o enfermedad se debe a que el paciente no está tomando suficiente Coca-Cola®. 

—Bueno, bueno, ya —dijo el CEO—. Entonces, si la gente está muriendo tanto, hay que hacer algo para que mejor tenga más hijos, y así tengamos más clientes.

—Y futuros empleados —añadió el director de Recursos Humanos.

—Ya lo hicimos —respondió el director de Relaciones Públicas—. Usamos a los medios de comunicación para convencer a la gente de que la Coca-Cola®, además de ser el producto más saludable en existencia, es un potente afrodisiaco. En consecuencia, la gente comenzó a consumir aún más Coca-Cola® y a tener aún más relaciones sexuales, lo que ocasionó un constante incremento de embarazos y de nacimientos no deseados.

"Además, hicimos una campaña de cabildeo en todos los gobiernos del mundo llamada 'Coca-Cola® para la humanidad' con el fin de que el aborto fuera globalmente ilegal. El slogan era: 'estos bebés tienen el derecho de disfrutar de todas las dichas que nos da la vida, como la de tomar una deliciosa Coca-Cola® en cada momento de nuestra existencia'.

—Entonces, ¿qué otra cosa podemos hacer? —preguntó el CEO, y los demás ejecutivos miraron a sus asistentes con la esperanza de que ellos tuvieran alguna idea que pudieran tomar como suya (ya que, técnicamente hablando, lo era; en el contrato se estipulaba que cualquier idea creada dentro de la compañía pertenecía a la compañía. Por ende, no te pueden robar algo que nunca fue tuyo en primer lugar). Pero, al parecer, no había nada que pudieran hacer para incrementar sus ganancias o, en su defecto, reducir sus gastos (ya que todos los gastos de la empresa eran más que indispensables, en especial los salarios de los ejecutivos, transporte, juntas, reuniones de negocios, reuniones familiares, escorts, drogas, toda la Coca-Cola® que consumían, viáticos, vacaciones, vehículos, inmuebles, cabildeo y una incontable cantidad de etcéteras que simplemente catalogaban como "gastos").

De repente, uno de los ejecutivos se puso de pie. Él era un joven que, como el resto de los ejecutivos, había sido colocado nepótica y despóticamente en su puesto, pero él, como el resto de los ejecutivos, asumía que debía ser un genio y una parte fundamental en la empresa porque todos sus compañeros de trabajo eran tan inútiles como él, y es simplemente ilógico pensar que una empresa tan grande como Coca-Cola® tuviera gente tan incompetente e innecesaria como sus altos mandos. 

En fin, estos últimos días fueron los más ajetreados en toda su carrera, por lo que en su tiempo libre solo alcanzó a ver las 9 películas de Star Wars completas en su oficina (quizá podría ver todas las demás, y también las series y spin-offs en la siguiente semana). Y mientras lo hacía tuvo una idea que quizá podría solucionarlo todo:

—Y ¿si nos expandimos a la Luna?

Los demás ejecutivos se quedaron callados y miraron a sus asistentes en busca de ideas para apropiarse. 

Pero ningún asistente dijo nada. 

—Digo —prosiguió el ejecutivo—, hace mucho la gente hablaba de colonias espaciales y eso, y nunca pasó. A lo mejor ya se puede.

—Sí —dijo el CEO—. A lo mejor ya se puede. Podemos hacer colonias en la Luna, y acaparar el mercado ahí.

El resto de los ejecutivos de repente se mostraron de acuerdo con la idea.

—Aún no hay leyes en la Luna —dijo el director de Abogados—. Podemos hacer que los monopolios sean legales ahí.

—Y no tenemos que pagar impuestos —dijo el director de Contaduría—; en la Luna no hay SAT. 

—Ni derechos laborales, ni normas de seguridad industrial ni nada de eso —dijo el director de Recursos Humanos—. Podemos crear fábricas ahí. 

—No hay mercado inmobiliario ahí —agregó el director de inmobiliarias Coca-Cola®—. Los terrenos técnicamente son gratis. Solo tenemos que reclamarlos como nuestros.

—Y no tenemos que pagar salarios ni impuestos —dijo el director de Contaduría

—Pero antes de que se nos acuse de explotación laboral o hasta de promotores de la esclavitud —añadió el director de Relaciones Públicas—, podemos hacer una campaña donde nos mostremos conscientes de que el capitalismo no ha funcionado tan bien para la sociedad como esperábamos. Así que, ahora que tenemos la oportunidad de conquistar la Luna, podemos crear un modelo de negocio donde no se utilice el dinero, ya que es la fuente de todos los males, y quien opine lo contrario es un cerdo capitalista que solo quiere lucrar con esa pobre gente.

—Y Aliens —dijo el ejecutivo de la idea, y todos lo miraron tan confundidos como al principio—. Si nos expandimos en el espacio, a lo mejor encontramos Aliens. Y a lo mejor les gusta la Coca-Cola®.

—Y si no son tan listos, los podemos usar como mano de obra —dijo el director de Recursos Humanos.

—Legalmente hablando, no son humanos, así que no tienen derechos —dijo el jefe de abogados.

—Al no ser humanos no los podemos dar de alta en Hacienda, por lo que no tenemos que pagarles salario, ni tenemos que pagar impuestos por usarlos —dijo el jefe de contadores.

—Podemos hacer una campaña —dijo el coordinador de relaciones públicas— donde convenzamos a la gente de que estas condiciones de trabajo son normales en la cultura de los aliens, por lo que tratarlos de otra manera sería ser racista, colonialista y alienfóbico.

Tras esto, el consejo directivo premió al ejecutivo de la idea ascendiéndolo a algún puesto donde tampoco tendría que hacer prácticamente nada, para variar, y también gozaría de un aumento de sueldo, aunque, considerando que él ya ganaba demasiado dinero en primer lugar, no significó absolutamente nada para él, en realidad.

Y así terminó la junta. El consejo directivo hablaría con principales potencias mundiales para ver qué podían hacer al respecto.

Pasó un año, y aún no había colonias en la Luna.

Y lo peor: este año las utilidades anuales de Coca-Cola® se mantuvieron en los míseros $1,909,000,000,000 del año pasado.

Los ejecutivos, en un arranque de desesperación, fueron a investigar qué había pasado. El ejecutivo de la idea entró en la oficina de uno de los encargados de las colonias Lunares. Él en ese momento se encontraba en una junta con diferentes personas, pero eso no importaba: el ejecutivo chasqueó los dedos y dichas personas se fueron lo más rápido posible.

—A ver, cabrón —el ejecutivo lo pateó, y este cayó de su silla—. ¿Dónde está la pinche estación lunar? ¿Nos quieres ver la cara de pendejos o qué?

—No, señor, disculpe —respondió el tipo en el suelo, o mejor conocido como el presidente de los Estados Unidos, mientras pataleaba para ponerse de pie. Parecía cucaracha boca arriba—, pero es que ya no tenemos fondos. Sale muy caro ir hasta allá, y construir ahí aún más. Y también está el problema del oxígeno, y…

—Pinche descarado de cagada —el ejecutivo pateó al presidente, y este rodó en el suelo—. Tanto puto impuesto que pagamos y se les hace poco. 

—No, perdón, señor. Pero es que ya revisamos sus declaraciones anuales de impuestos, y aparece que este año solo pagaron $3.23.

—Pues sí, no mames —el ejecutivo puso su pie sobre el rostro del presidente—. Ustedes salen con sus pinches tasas de impuestos abusivas de 0.00001% a empresas. Con esas condiciones ni modo que no mandemos nuestras utilidades a todos nuestros paraísos fiscales. Ahí no nos cobran impuestos, y hasta con gusto nos atienden. No sean avorazados. No mamen. Si siguen así van a acabar con la economía. Y aparte ¿todo lo tenemos que pagar nosotros? ¿qué la gente no paga impuestos? 

—La mayoría no, señor.

—Pues ¿por qué no los encierras o los matas?

—Sí, disculpe, señor —el presidente se aferró al zapato del ejecutivo, y recibió un pisotón como respuesta—. Pero ya tenemos todas las cárceles llenas, y no tenemos fondos para hacer más cárceles.

—Si no caben mátenlos, pues. Nomás están mamando del erario.

—No podemos, señor. Discúlpenos. Ustedes nos pidieron hacer ilegal la pena de muerte. Creo que su slogan era: "estos presos tienen el derecho de disfrutar de todas las dichas que nos da la vida, como la de tomar una deliciosa Coca-Cola® en cada momento de nuestra existencia".

—Entonces metan más gente a la cárcel. ¿Qué tengo que resolverles todo yo? —el ejecutivo comenzó a pisotear el rostro del presidente.

—No, señor. Perdón. Pero por ley no podemos, señor. Disculpe. Solo podemos tener un máximo de 1 prisionero por celda.

—Pues quiten esa ley pendeja y ya.

—No podemos.

—¿Quién dice? —el ejecutivo pisoteaba al presidente con cada vez más fuerza—. ¿Eh, hijo de tu puta madre? ¿Quién dice?

—Ustedes, señor. Ustedes fueron los que hicieron esa ley. Nos dijeron que, si había más gente encerrada, era probable que se acabara peleando y matando entre ella y, en sus palabras: "estos presos tienen el derecho de…" 

—Ya entendí, cabrón —el ejecutivo pateó al presidente en la boca con todas sus fuerzas. El presidente solo se revolcaba y pataleaba por el dolor. Aun parecía cucaracha boca arriba—. Y los demás ¿qué? ¿A los que sí pagan impuestos pues cóbrales más? ¿O en qué se gastan lo que les queda?

—En Coca-Cola®.

El ejecutivo levantó la silla presidencial y se sentó ahí. Nunca en su carrera había estado tan estresado. Sacó su celular y vio los mensajes que los demás ejecutivos habían enviado. 

Al menos nadie había tenido más éxito que él.

Después pensó qué pasaría después. ¿Las ganancias de la empresa seguirían igual este año? ¿Y el siguiente? ¿Y el siguiente? ¿Y el siguiente? ¿Podrían alguna vez incrementar las ganancias? Y si no, ¿qué caso tendría intentarlo siquiera?

En ese momento pensó en retirarse. O en morir (a decir verdad, las dos opciones son prácticamente lo mismo). Podría simplemente ir a una de sus muchas propiedades y llenar su sistema con alcohol, drogas y Coca-Cola® por el resto de su vida. No habría estrés ni trabajo ni medidas de austeridad ni constante fracaso ni nada.

Esto sonaba como lo mejor que podía hacer.

Pero si moría (o se retiraba) prácticamente lo perdería todo: su dinero, sus propiedades, su puesto en la empresa, su respeto y reconocimiento, sus logros. Todo quedaría en manos de gente que no lo merecía, como su pareja, sus hijos, su gobierno, sus compañeros de trabajo, su empresa. Él sería rápidamente olvidado y reemplazado. Toda su vida sería tan entonces tan irrelevante como cualquier otra. Ya muerto no habría ninguna diferencia entre él y cualquier otro de los miles y miles de empleados de Coca-Cola® que morían en el trabajo.

Esto sonaba como lo peor que podía hacer.

El ejecutivo entonces guardó el celular en su bolsillo y miró a presidente. Él estaba de pie cubriéndose la boca ensangrentada.

Así que lo pateó en la pantorilla, y este cayó al suelo.

—¿Y los aliens? ¿Hallaron aliens?

—No, señor. Nada —el presidente rodaba por el suelo mientras se tocaba la pantorrilla con ambas manos—. Según nuestros científicos los aliens son o demasiado inteligentes para hacer contacto con nosotros o demasiado primitivos para hacer viajes espaciales. Aunque esto solo es una teoría, y no todos están de acuer—el ejecutivo volvió a patearlo en la boca y se fue.

¡Qué mal! Esas colonias lunares y esos extraterrestres podrían haber resuelto momentáneamente todos sus problemas imaginarios. Pero ellos no podían hacer nada al respecto; eran solo ejecutivos, directores, CFOs y etcétera. No podían hacer mucho, y eso fue lo que hicieron: después de que todos fracasaron en hacer algo útil para la empresa, para variar, organizaron una reunión para planear lo que harían a partir de ahí. Al final decidieron aumentarse el sueldo y darse innumerables bonos sin ninguna razón (como siempre lo han hecho), despedir a sus asistentes y a la mayor parte de su personal (porque no les impidieron enfocarse en una idea tan mala, y alguien tiene que tener la culpa) y pretender que todo esto nunca sucedió. A partir de entonces todo volvió a la normalidad: todos los ejecutivos siguieron viviendo a dieta de Coca-Cola®, comida mediocre y cara, lujos innecesarios, ninguna responsabilidad real ni consecuencias de sus acciones, mera incompetencia, las mismas aficiones y personalidad que cualquier otro, un triste complejo de dios, putas hartas, internos acosados, fetiches nuevos y cada vez más humillantes y autodestructivos, una necesidad constante de humillar a todos los demás para sentirse importantes y superiores, una lista cada vez más grande de exesposas decepcionadas e hijos olvidados, nepotismo, un interminable complejo de inferioridad, una sensación cada vez mayor de soledad, un temor constante y una vida en general insatisfactoria. Aun así, todo parecía estar bien en ese momento, tan bien que no tenían que preocuparse por nada en absoluto.

Hasta el siguiente año.