Adrián había logrado entrar a la ciudad sin ningún peligro.
La niebla no interfería con su camino y solo se alejaba, sin embargo, seguía a su alrededor.
Parecía que este lugar era mucho más tranquilo, o así lo sentía.
Camino por varias horas, hasta que el Dia llego, Adrián pensó que la niebla desaparecería, pero se mantuvo constante.
Por el momento no le importo, y considero que eso era mejor, así las bestias no intentarían acatarlo.
A la vez, que seguía pensando porque tenía una máscara en el rostro.
Tras otras largas horas caminando. Pudo darse cuenta de que este lugar, era un santuario para las plantas.
Había muchos invernaderos, incluso tiendas que vendían diferentes tipos de plantas, además de píldoras.
Pero todos esos lugares habían sido destruidos.
Sabía que las plantas que el boticario Gu no serían fáciles de encontrar, pero tenía que hacer su mejor esfuerzo si quería seguir viviendo.
Las imágenes de tales plantas estaban impresas en su cabeza, así que siempre que veía una igual, la descartaba si no era exactamente igual a la que recordaba.
No podía perder el tiempo y tampoco sabía si la niebla intentaría algo en contra de él.
Era por eso que la niebla se mantenía aun alrededor suyo.
A la vez, que mientras más se adentraba a la ciudad, el número de cuerpos aumentaba.
Todos eran personas como el, quienes buscaban cualquier forma de sobrevivir.
Por cualquier medio.
Mientras más avanzaba, podía sentir que la energía espiritual del aire se volvía mas densa.
Sin embargo, en ese momento, la neblina la cual se mantenía en total calma, de pronto se agito violentamente, en un instante se formó una gran mano a la lejanía, la cual bajo violentamente persiguiendo lo que parecía a dos personas.
Adrián estuvo muy atento, pero no pudo ver quiénes eran, trato de acercarse para verificar, pero a la vez se detuvo a medio camino, sabía que no debía hacerlo, no debía interferir, a la vez que no podía confiar en cualquier persona que pudiera sobrevivir en este lugar.
Después de todo, según el abuelo, las matanzas entre buscadores eran muy comunes, todos priorizaban su propia conservación. Debía ser más precavido.
Después de suspirar, empezó a caminar hacia otro lado.