Año 2025, Invierno Tardío, Frontera Salvaje de los Alpes Bávaros
El viento invernal rugía por la frontera salvaje, susurrando presagios de muerte entre los árboles nevados. Dentro de la fortaleza, el ambiente estaba cargado de una calma calculada. Las guardianas de tercera generación, entrenadas por siglos bajo la mano firme de Lysandra y Clio, preparaban sus armas con la precisión de asesinas veteranas. Sabían que el momento de la masacre se acercaba, y en sus ojos brillaba una frialdad mortal.
La Pureza de la Sangre: Una Regla Sagrada
El poder de un vampiro no era solo una cuestión de experiencia o entrenamiento; el verdadero poder radicaba en la pureza de su sangre. Este principio, un dogma indiscutible, gobernaba la fortaleza con una rigidez casi religiosa. Cuanto más cercana era la sangre de un vampiro a la primera generación, más fuerte y peligroso era. Adrian, sin saber que era el primer vampiro, encarnaba esta verdad; su fuerza y dominio eran absolutos. Clio y Lysandra, de segunda generación, seguían de cerca a Adrian en poder. El paso de los siglos había reforzado su ya inmenso potencial, haciéndolas casi invencibles en el combate.
Las guardianas, aunque de tercera generación, eran letales. Su entrenamiento bajo Lysandra las había convertido en cazadoras silenciosas y despiadadas. A lo largo de los siglos, habían perfeccionado el arte de matar licántropos, y para ellas, el próximo enfrentamiento no sería más que otro rito de sangre, una tarea rutinaria que cumplir con eficiencia letal.
Los Esclavos Humanos: Alimento y Cría
A los pies de la fortaleza, los humanos vivían en una constante sumisión. Eran esclavos, usados para las tareas más mundanas, como la limpieza, el cultivo y el mantenimiento de las tierras. Sin embargo, su destino no terminaba allí. Eran también el sustento de las vampiras. Los humanos eran usados como alimento, su sangre drenada por las vampiras de mayor rango, quienes seleccionaban cuidadosamente a los mejores para asegurar que el equilibrio y el orden dentro de la fortaleza se mantuvieran intactos.
Solo las humanas más destacadas, aquellas que mostraban la mayor resistencia y pureza, eran consideradas para algo más que simples esclavas. Estas mujeres, observadas y evaluadas a lo largo de los años, eran seleccionadas por las sirvientas de alta clase para la conversión. Este proceso no ocurría con frecuencia, ya que convertir a una humana en vampira era un honor reservado solo para las mejores. Antes de su conversión, eran usadas como alimento para las vampiras de la fortaleza, asegurando que sus cuerpos estuvieran fuertes y limpios.
La reproducción también jugaba un papel crucial en esta dinámica. Los esclavos humanos eran utilizados para criar nuevas generaciones de descendientes. Las mejores de estas descendientes, seleccionadas a lo largo de varias generaciones, eran finalmente convertidas en vampiras, fortaleciendo así la casta vampírica y asegurando la continuidad de la pureza en las generaciones posteriores.
Clio y Lysandra: Preparadas para la Matanza
En la sala de guerra, Lysandra y Clio revisaban los últimos detalles del ataque. Sabían que los licántropos se estaban reuniendo en un pueblo cercano, y eso solo podía significar una cosa: era hora de eliminarlos. Pero no solo se trataba de matar, sino de asegurarse de que no quedara ni rastro de su presencia, ningún testigo que pudiera hablar del poder que acechaba en los Alpes.
—Nos enfrentamos a una horda desesperada —comentó Lysandra, su tono casual, como si la matanza que planeaban no fuera más que una simple tarea diaria—. No será difícil acabar con ellos.
Clio, con su mirada aguda y calculadora, añadió: —Pero debemos ser meticulosas. Ningún humano debe escapar, y solo las mejores mujeres serán convertidas. El resto servirá para sustento, pero no pueden saber de nuestra existencia.
Lysandra asintió. Su mente ya estaba en la batalla, anticipando los movimientos de las bestias, disfrutando de la idea de la sangre corriendo por sus manos. Ella lideraría el ataque, como siempre lo había hecho. Las guardianas seguirían sus órdenes con precisión absoluta, cazando a los licántropos uno por uno.
La Fortaleza: Un Ecosistema de Poder y Muerte
Mientras las preparaciones avanzaban, en la fortaleza se seguía la rutina cotidiana. Las sirvientas de alta clase, de cuarta generación, caminaban por los pasillos de piedra con su autoridad natural. Ellas, aunque menos poderosas que las guardianas, tenían una posición privilegiada al encargarse de convertir a las esclavas más valiosas y asegurar que el equilibrio de poder se mantuviera. Sabían que su papel en la estructura era crucial, pues de ellas dependía la continuidad de la pureza vampírica.
Las esclavas, por otro lado, continuaban con sus labores diarias. Algunas sabían que su destino final sería convertirse en alimento para sus amas. Otras, más afortunadas, aguardaban la posibilidad de ser seleccionadas para la conversión. Sin embargo, esa decisión no estaba en sus manos. Solo las más fuertes, las más puras, eran elegidas para unirse a la élite vampírica.
Adrian: Un Observador Indiferente
Adrian, como siempre, permanecía indiferente a todo lo que sucedía. Aunque sabía del ataque inminente, no le interesaba. Las batallas y las guerras no eran más que ecos distantes para él. Su mente se mantenía enfocada en el paso del tiempo, en la fría espera de un futuro incierto. Lysara seguía siendo una sombra en su mente, un recuerdo vago que no terminaba de disiparse. Mientras tanto, disfrutaba de los placeres de la carne, alimentándose de las sirvientas humanas y tomando de ellas tanto el placer como el sustento que necesitaba.
El ataque inminente no perturbaba su calma. Sabía que Clio y Lysandra se encargarían de todo, como siempre lo habían hecho. Ellas eran sus compañeras, sus amantes, pero también sus más confiables ejecutoras.
El Viento de la Batalla
Mientras el sol comenzaba a caer, el aire en la fortaleza se volvió más denso, cargado de una anticipación palpable. Las guardianas, con sus espadas afiladas y sus sentidos alerta, aguardaban la orden de Lysandra. No había miedo en sus corazones, solo la certeza de que saldrían victoriosas, como siempre lo habían hecho.
—Es hora —dijo Lysandra finalmente, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y frialdad—. Que comience la caza.
Las guardianas se prepararon para salir. El viento que soplaba entre los muros de la fortaleza parecía llevar consigo el eco de una muerte inminente. La sangre de los licántropos mancharía pronto la nieve, y en la oscuridad de la noche, el mundo seguiría sin saber que, en los Alpes Bávaros, un poder oscuro y antiguo seguía gobernando en las sombras.