Fecha: 3 de Mayo, 82 a.C.
Las catacumbas subterráneas de Roma, con sus oscuros y serpenteantes túneles, se convirtieron en el nuevo hogar de una manada de hombres lobo que habían viajado desde las frías tierras del norte. Drusus, su líder alfa, había guiado a su manada a través de vastos terrenos y peligros innumerables, buscando un lugar donde pudieran vivir en relativa paz, lejos de las constantes amenazas y luchas por el territorio que habían plagado su existencia.
En la villa, Adrian, Clio y Lysandra vivían en una existencia tranquila pero siempre alerta, conscientes de las diversas criaturas y facciones que también habitaban la ciudad eterna. Roma, con su mezcla de riqueza y decadencia, era un caldo de cultivo para lo sobrenatural, y varios grupos de vampiros ya habían hecho de la ciudad su hogar, escondiéndose en sus sombras y manipulando los hilos del poder desde las profundidades de su oscuridad.
Una noche, mientras los tres inmortales compartían pensamientos y observaciones en la biblioteca de su villa, Adrian habló, su voz tranquila pero con un matiz de precaución.
"Hay una nueva presencia en la ciudad," dijo, sus ojos reflejando el suave parpadeo de las velas. "Hombres lobo han entrado en Roma y han tomado residencia en las catacumbas."
Lysandra, su postura ligeramente tensa, preguntó, "¿Son una amenaza para nosotros?"
Adrian se encogió de hombros ligeramente. "No lo sé. Pero son criaturas de instinto y pueden ser impredecibles. Debemos estar alerta y observar."
Clio, con su tono siempre calmado y razonable, añadió, "Si bien debemos ser cautelosos, también podríamos aprender de su llegada y de cómo afecta la dinámica de la ciudad y de los otros seres que residen en ella."
Las noches siguientes se llenaron de una tensión sutil. Los hombres lobo, aunque no estaban conscientes de la presencia de Adrian y las demás, eran una vibración salvaje y primitiva en la tapestry de la noche romana.
Drusus, mientras tanto, guiaba a su manada con una mezcla de fuerza bruta y astucia. Aunque los hombres lobo eran criaturas de instinto, también eran capaces de estrategia y planeación. Drusus sabía que en una ciudad como Roma, con sus propios peligros y secretos, la discreción era vital para la supervivencia de su manada.
Y así, los días se deslizaron en una coexistencia cautelosa, con los hombres lobo y los vampiros moviéndose en las mismas sombras, sus vidas corriendo en paralelo pero sin tocarse, cada grupo ajeno a la presencia del otro, mientras la ciudad de Roma, con su bullicio y sus intrigas, continuaba, indiferente a las criaturas que habitaban su oscuridad.