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Chapter 94 - Capítulo 92: Los Primeros Pasos en la Ciudad Eterna

El sol se deslizaba suavemente hacia el horizonte, tiñendo el cielo de Roma con tonos de naranja y púrpura. La ciudad, un bullicio de actividad durante el día, comenzaba a transformarse mientras las sombras se alargaban y los ciudadanos de todas las clases sociales se retiraban a sus hogares o buscaban entretenimiento en los numerosos establecimientos de la ciudad.

Adrian, Clio y Lysandra, ocultos bajo las capuchas de sus túnicas, se movían con cautela por las calles adoquinadas, sus ojos absorbiendo cada detalle de la vida que se desplegaba ante ellos. Los vendedores ambulantes proclamaban sus mercancías, los niños correteaban por las calles, y los patricios, adornados con togas de ricos colores, discutían animadamente sobre política y negocios.

La villa que habían adquirido, gracias a la ayuda de Lucius, estaba situada en el corazón de la ciudad, en una zona próspera donde las familias patricias residían en lujosas domus. La estructura, un edificio de dos pisos construido con piedra blanca y adornado con columnas corintias, estaba rodeada por un jardín fragante, donde las rosas y los jazmines liberaban su perfume en el aire nocturno.

Adrian levantó la mirada hacia la villa, sus ojos reflejando una mezcla de aprecio y un anhelo distante. Clio y Lysandra, a su lado, compartían una mirada de entendimiento silencioso antes de seguirlo hacia el interior.

La entrada estaba flanqueada por estatuas de mármol de deidades romanas, sus rostros impasibles observando la llegada de los nuevos residentes. Al cruzar la puerta, se encontraron en un atrio espacioso, donde una pequeña fuente murmuraba suavemente y las plantas en macetas añadían un toque de verde al entorno.

Lysandra, sus ojos recorriendo los frescos que adornaban las paredes, susurró, "Es un nuevo comienzo, pero la historia parece repetirse, ¿no es así, Adrian?"

Él asintió, su mirada fija en el suelo de mosaico que mostraba escenas de batallas y festividades. "La humanidad, en su esencia, permanece inalterada a través de los eones. Cambian los decorados, las caras, pero las pasiones y conflictos persisten."

Clio, acercándose a una de las estatuas, tocó suavemente el mármol frío. "Nosotros también persistimos, aunque las eras pasen y los imperios caigan."

Adrian se volvió hacia las dos mujeres, su expresión suavizándose. "Sí, y mientras estemos juntos, navegaremos por las corrientes del tiempo como uno solo."

Exploraron la villa, recorriendo las habitaciones que se convertirían en su hogar en los siglos venideros. Las estancias estaban amuebladas con una elegancia sutil, con camas adornadas con telas finas, mesas de madera tallada y sillas acolchadas. En una sala, una serie de estantes esperaban ser llenados con libros y pergaminos, mientras que otra habitación albergaba instrumentos musicales, desde liras hasta flautas.

Lysandra, acariciando las cuerdas de una lira, dejó que las notas flotaran en el aire, una melodía suave que parecía resonar con la serenidad del lugar.

Pasaron los días explorando su nuevo entorno, aprendiendo sobre los vecinos y las costumbres de esta era. Adrian, aunque podía caminar bajo el sol, prefería la tranquilidad de la noche, donde las estrellas brillaban con una luz eterna, inalterada por los caprichos del tiempo.

Clio y Lysandra, mientras tanto, se adaptaban a su nueva realidad, encontrando maneras de saciar su sed sin llamar la atención. La ciudad, con su mezcla de riqueza y pobreza, ofrecía oportunidades para alimentarse sin ser detectadas, y pronto establecieron una rutina que les permitía existir sin perturbar la vida que bullía a su alrededor.

Y así, en la ciudad de Roma, donde los ecos del pasado y el presente coexistían, Adrian, Clio y Lysandra tejieron su existencia en el tapiz del tiempo, invisibles y eternos.