Año 402 a.C., Atenas.
La mansión, un lugar que había sido testigo de innumerables horrores y placeres oscuros, se transformó en un campo de batalla de entrenamiento. Lysandra, con sus músculos tensos y ojos agudos, instruía a Clio en el arte de la guerra, preparándola para enfrentar amenazas que se escondían en las sombras de la noche.
Adrian, su figura imponente y ojos rojos observando desde su trono, contemplaba la danza mortal entre las dos mujeres con una curiosidad distante. Aunque su poder superaba con creces al de ellas, había algo en estas criaturas desconocidas que le inquietaba, una sensación de peligro que no podía ser ignorada.
"La fuerza y la velocidad son tus aliadas, Clio," Lysandra gruñó, su espada chocando contra la de la vampira, "pero no subestimes la importancia de la estrategia y el conocimiento."
Clio, su cuerpo moviéndose con una mezcla de gracia y ferocidad, asintió, sus ojos etéreos fijos en los de su instructora. Aunque había sido inmortal durante siglos, la idea de enfrentarse a una amenaza desconocida encendía una chispa de ansiedad en su ser.
Adrian, levantándose con una elegancia letal, se acercó a las combatientes, su voz un susurro que, sin embargo, llevaba un peso de autoridad. "Lysandra, tu entrenamiento es invaluable. Pero Clio, debes saber que las criaturas que se esconden en las sombras de Atenas no son como los mortales que has enfrentado antes. Son bestias, sí, pero también son algo más... algo oscuro y peligroso."
Lysandra, pausando para limpiar el sudor de su frente, miró a Adrian, una pregunta no formulada en sus ojos. Adrian, comprendiendo su silenciosa pregunta, continuó, "He sentido su presencia, criaturas que son tanto bestia como humanas, que se esconden y observan. No son vampiros, pero tampoco son meros mortales. Son algo diferente, algo que ni siquiera yo entiendo completamente."
Clio, su interés picado, preguntó, "¿Por qué ahora, Adrian? ¿Por qué es importante que aprenda a luchar contra estas criaturas?"
Adrian, sus ojos rojos fijos en la distancia, respondió, "Porque, Clio, planeo sumergirme en un sueño profundo, un descanso que durará siglos. Y mientras duermo, no podré protegerte ni proteger este lugar. Las criaturas, cuya presencia he sentido merodeando, se sentirán atraídas por este lugar de poder y oscuridad. Debes estar preparada para defenderlo, para defender a las sirvientas, y para defenderte a ti misma."
En las semanas que siguieron, la mansión se convirtió en un terreno de pruebas brutal, con Clio y Lysandra enfrentándose a criaturas de la noche traídas por Adrian, aprendiendo a combatir nuevas amenazas y a entender los misterios de estos seres oscuros.
Y mientras Adrian se preparaba para su largo sueño, las dos mujeres, cada una a su manera, se preparaban para enfrentar los siglos por venir, sus destinos entrelazados en una eternidad de oscuridad y sangre.