Año 403 a.C., Atenas.
Los susurros de rebelión y resistencia se entrelazaban con el aire, mezclándose con el dolor persistente que impregnaba las ruinas de Atenas. Lysandra, con su espíritu inquebrantable, se convirtió en una figura central para los sobrevivientes, su liderazgo y determinación proporcionando un pilar de esperanza en medio de la desolación.
En las sombras de la mansión, Adrian y Clio permanecían ajenos a la creciente determinación de los mortales más allá de sus muros. La vida y la muerte continuaban su danza macabra, cada noche trayendo consigo nuevas almas a su abrazo oscuro y cada día, un recordatorio silencioso de la eternidad que compartían.
Lysandra, mientras tanto, organizaba a los sobrevivientes en grupos, estableciendo rutas de búsqueda para alimentos y materiales, y creando un sistema para protegerse de los peligros que acechaban en las sombras de la ciudad destruida. Las historias de la mansión y sus oscuros habitantes se compartían en susurros temerosos alrededor de las fogatas, y una resolución silenciosa se formaba en los corazones de los atenienses.
Un día, mientras el sol se ponía, tiñendo el cielo de tonos de naranja y rojo, Lysandra se paró frente a un grupo de sobrevivientes, su mirada firme y decidida.
"No podemos permitir que el miedo nos gobierne", declaró, su voz clara y resonante. "La oscuridad que reside en esa mansión ha tomado mucho de nosotros, pero no permitiremos que tome más. Debemos encontrar una manera de protegernos, de asegurarnos de que ninguna otra alma sea perdida ante esos monstruos."
En la mansión, Clio se volvió hacia Adrian, una pregunta no formulada parpadeando en sus ojos etéreos. Adrian, sintiendo la perturbación en el aire, permaneció en silencio, su mirada fija en la nada.
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Los sobrevivientes, bajo la guía de Lysandra, establecieron una especie de normalidad en medio de las ruinas. Pequeñas viviendas fueron construidas, los alimentos se compartían entre todos, y la seguridad se convirtió en una prioridad, especialmente durante la noche, cuando los peligros eran más prominentes.
En una noche particularmente oscura, cuando la luna estaba oculta detrás de un manto de nubes, un grito desgarrador rompió el silencio, seguido por el sonido de una lucha. Lysandra, su corazón latiendo con furia y miedo, corrió hacia el origen del caos, solo para encontrar a una de las suyas siendo arrastrada hacia la oscuridad.
La desesperación y la ira se entrelazaron en su pecho mientras corría hacia la mansión, una determinación feroz ardiendo en su ser. La oscuridad no tomaría más de ellos. No sin lucha.