Li Tian, con su andar despreocupado y una sonrisa juguetona en sus labios, se adentró en la bulliciosa ciudad de Yunjian, donde los comerciantes pregonaban sus mercancías y los cultivadores de diversas sectas se mezclaban con los ciudadanos comunes. Sus ojos, siempre alerta a la belleza, se posaron en una joven dama que caminaba por el mercado, su porte elegante y su aura tranquila la distinguían entre la multitud.
La joven, de cabellos como la cascada de un río nocturno y ojos tan profundos como el océano, parecía ajena a las miradas admirativas que atraía. Li Tian, sin embargo, no era alguien que se dejara intimidar por la belleza inalcanzable. Se acercó, su sonrisa encantadora en plena exhibición, y con un tono juguetón, habló.
"Una flor caminando entre los mortales, ¿podría ser que los cielos me han sonreído hoy permitiéndome encontrarte, bella dama?" dijo, su voz tan suave como la brisa primaveral.
La joven levantó la vista, sus ojos encontrándose con los de Li Tian. Aunque sus palabras eran coquetas y su actitud descarada, algo en su mirada revelaba una profundidad y una sinceridad que la tomó por sorpresa. Sin embargo, su expresión permaneció imperturbable, y con una sonrisa serena, respondió. "Las flores, buen señor, deben ser admiradas desde la distancia, no arrancadas por capricho."
Li Tian, lejos de desanimarse, se rió con alegría genuina. "¡Ah, una flor con espinas! Pero incluso las espinas tienen su encanto, ¿no es así?"
Con un movimiento rápido, pero lleno de una gracia juguetona, Li Tian intentó tomar suavemente la mano de la dama, su toque ligero y audaz. Pero ella, con una velocidad que hablaba de su propio nivel de cultivación, evadió hábilmente su avance, dejándolo agarrando el aire.
La joven, ahora con una chispa de diversión en sus ojos, habló con un tono que llevaba una advertencia velada. "Joven maestro, jugar con fuego puede dejarte quemado. Sería prudente recordar que incluso las flores más delicadas pueden albergar el veneno más letal."
Li Tian, su sonrisa persistente, inclinó ligeramente la cabeza en un gesto que mezclaba respeto y picardía. "Entonces, me arriesgaré a ser envenenado si eso significa poder estar en la presencia de tal flor," replicó, su tono igualmente juguetón.
La interacción, aunque ligera y llena de coqueteo, contenía bajo su superficie un juego de poder y habilidad, dos cultivadores midiendo sus fuerzas en un campo de batalla diferente. Li Tian, a pesar de su actitud despreocupada y su fama de mujeriego, no subestimaba a la dama ante él, reconociendo la fuerza que yacía bajo su apariencia serena.
Y así, en la concurrida calle de Yunjian, dos almas se entrelazaron en un juego de palabras y miradas, una danza de fuego y hielo, cada una reconociendo y desafiando al otro en un encuentro que, aunque efímero, dejó una impresión duradera en ambos.