Después de vengarse en el callejón, Subaru se dirigió hacia la parte más profunda de los suburbios y cuando llegó a la entrada de la bodega subterránea, el sol ya se había colocado en la parte más lejana del cielo.
— F-Finalmente… al fin lo encontré… de verdad me tomó tiempo, maldición —dijo Subaru, limpiándose el sudor de su frente y dejándose caer para descansar.
Había pasado dos horas corriendo por todos lados antes que finalmente llegara a su destino.
— Acabo de estar aquí, así que pensé que sería capaz de encontrarlo de nuevo sin perderme, pero…
Probablemente, el problema más grande era que Subaru no podía leer ninguna de las señales. Además, no era como si pudiera mencionar el nombre de "Bodega de Botines" fuera de los suburbios, así que tenía que confiar por completo en su memoria.
— La última vez que vine aquí estaba hablando con Satella y mis ojos estaban concentrados en ella la mayoría del tiempo, así que supongo que no es de sorprenderse si no recuerdo muy bien el camino, maldición —dijo Subaru mientras seguía sudando.
Sin embargo, el más grande pecado que Subaru tenía que enfrentar ahora estaba en frente de él. Mientras estaba dando lo mejor de sí para ignorarlo al hablar consigo mismo, su corazón no sería engañado. Empezó a latir más y más rápido mientras su pulso aumentaba, Subaru sintió que sus manos se hacían más pesadas. Su boca se secó y sus oídos empezaron a sonar una y otra vez dentro de su cabeza como si alguien lo estuviera golpeando.
La respuesta que Subaru buscaba estaba dentro de ese sótano.
Por un instante, Subaru revivió una escena mientras cerraba sus ojos: el cadáver del anciano, su abdomen cortado y la figura de Satella, a quien había arrastrado a todo esto.
— No te asustes, no te asustes, no te asustes. ¿Eres un idiota…? Bueno, por supuesto que lo soy, pero enserio, ¿recorrí todo ese camino solo para volver con las manos vacías?
Claro, no era como si Subaru tuviera algún lugar al cual regresar. En este momento, este era el único lugar al que podía aferrarse.
Armándose de valor y mirando hacia adelante, Subaru se dio cuenta que sus rodillas estaban temblando mientras trataba de caminar. Golpeó sus piernas para calmarse a sí mismo y después de respirar profundamente, finalmente se movió hacia adelante.
En la luz tomate del atardecer, la robusta puerta de la bodega se veía como si lo rechazara sin decir una palabra.
— ¿Hay alguien aquí?
Después de suprimir estos sentimientos negativos, Subaru golpeó la puerta y alzó su voz. El sonido sordo sonó, pero no había respuesta. Con un silencio inconfortable como su única respuesta, Subaru se asustó ante el mismo silencio y golpeó más fuerte la puerta.
— Alguien… ¡Sé que hay alguien aquí! ¡Vamos, respóndanme…! Por favor.
Aferrándose a un sentimiento fugaz de esperanza, esperando y rogando que lo que estaba sucediendo en frente de él de alguna forma era un error, golpeó más fuerte. Incapaz de recibir la fuerza de la repentina desesperación de Subaru, la puerta comenzó a rechinar y sus bisagras empezaron a doblarse y entonces…
— ¡Ya detente! ¿¡Qué estás haciendo, tratando de derribar la puerta solo por no conocer la contraseña!?
La puerta fue abierta repentinamente con una gran fuerza, y Subaru, quien había estado inclinando contra esta, fue empujado.
Subaru fue empujado cerca de cinco metros desde la entrada al sótano, donde rodó unas pocas veces y entonces miró hacia arriba, completamente sobresaltado. Al final de la mirada de Subaru estaba un anciano calvo gigante con el rostro rojo. El hombre usaba ropa andrajosa que cubría su cuerpo musculoso y la luz roja de la puesta del sol brillaba en su cabeza calva. En otras palabras, era un gigante, un anciano con un aspecto muy enérgico.
— ¿¡Quién eres tú, muchacho!? ¡No te he visto por aquí antes! ¿Cómo sabias en donde encontrar este lugar? ¿Cómo llegaste aquí? ¿¡Quién te lo dijo!?
Con una velocidad sorprendente, el anciano cerró la distancia entre él y Subaru y alzó a Subaru por el cuello.
Sintiendo que su cuerpo se alejaba del piso, Subaru rápidamente conoció su lugar. Subaru había pensado que en la mayoría de circunstancias podría ganar una pelea, pero estas no eran circunstancias ordinarias. Mientras estaba siendo sostenido por un anciano de seis o siete pies de altura. Subaru perdió todo su deseo de resistirse.
— Mi nombre es Subaru Natsuki, el vagabundo errante y siempre ocupado y nunca libre… Por ahora, al menos, ¿Serías tan amable de bajarme? Hablemos con nuestros pies sobre el piso —Subaru añadió, dando todo de sí solo para sacar algo de esa petición indirecta.