— Hey, chico, no solo te quedes mirando como bobo, ¿Quieres una abble?
Tan pronto como Subaru recobró la conciencia, había una fruta madura y roja frente a él.
Parecía ser una manzana y mientras la observaba, se le vino a la mente la frase "fruta del conocimiento".
Era la fruta prohibida que, al comerla, resultaba en la expulsión del paraíso.
Si se comía esa fruta, ¿Lo salvaría de la inexplicable situación en la que se encontraba?
— Hey, niño —se dirigió a él un hombre de mediana edad con el ceño fruncido, ya que no había contestado la primera vez.
Subaru flotó lentamente desde el fondo de su vaga conciencia de vuelta a la realidad, cuando estuvo de regreso, levantó su cabeza repentinamente. Volteó a ver de un lado a otro, con su corazón latiendo furiosamente y con una agitada respiración.
Estaba en frente de la tienda de abasto en la calle principal, pocas horas después del mediodía. Había vistosos vegetales y frutas dispuestas y la persona parada detrás de esos bienes era un hombre con cara de pocos amigos, el dueño con la cicatriz blanca atravesando su rostro.
Esta era la concurrida calle que Subaru ya había visto varias veces antes. Se rascó la cabeza.
— Simplemente no lo entiendo… —murmuró, y después de superar los mareos y la náusea, colapsó.