—¿Es así? —La niña estaba bastante sospechosa.
Su Ping asintió solemnemente.
—Entonces, ¿por qué tantas personas salen? ¿Qué tiene de especial un montón de rocas? —preguntó la niña.
—Porque son tan curiosos como tú; por eso salen. Las rocas brillan. Las rocas con las que cultivamos son todas robadas del mundo exterior —dijo Su Ping.
La niña resopló y dijo, —No me lo creo. Estás mintiendo.
Su Ping sonrió.
—Disculpa…
En ese momento, una mujer hermosa—aparentemente en sus veinte, con el encanto de la madurez—apareció detrás de ellos y dijo suavemente, —Es hora de que reanudes el cultivo. Aún no has recitado los tres mil libros de la biblioteca…
Su Ping pensó al principio que ella lo buscaba a él. Se dio la vuelta, solo para descubrir que la niña también se había girado. Se sacudió el polvo del vestido y se levantó a regañadientes. —Entendido.
—¿Eres igual que yo? ¿Una Joven Señorita? —Su Ping estaba bastante asombrado. La niña era más noble de lo esperado.
