—Sobre eso... —El dios tatuado dudó al darse cuenta de que los tres no eran verdaderos participantes del juicio; había una posibilidad de que pudiera ser castigado más tarde por revelar información a ellos. Sin embargo, no tenía más opción que apretar los dientes y decir:
— Tienes que reunir diez Tarjetas Divinas para pasar el segundo nivel, ya sea de las bestias que deambulan por el lugar o de otros participantes.
—¿Tarjetas Divinas? —Joanna levantó una ceja, dándose cuenta inmediatamente de que el único propósito de las tarjetas era medir resultados. Miró a los cuatro dioses y dijo:
— Entonces, ¿ustedes también tienen Tarjetas Divinas? Entréguenlas.
El corazón del dios tatuado comenzó a acelerarse, pero ya sabía que ella preguntaría una vez que las mencionase. Abrió su mano y dijo:
— Esta es una Tarjeta Divina.
Una brillante tarjeta dorada apareció en su mano.
Joanna echó un vistazo y la aceptó con naturalidad. Luego dijo:
— ¿Sólo una?